Buscar este blog

martes, 3 de abril de 2012

HOMILIAS: JUEVES SANTO. 05 DE ABRIL, 2012

HOMILIAS: JUEVES SANTO. 05 DE ABRIL, 2012 1.- ABRIR NUESTRO CORAZÓN A LAS NECESIDADES DE LOS DEMAS Por José María Martín OSA 1- El Jueves Santo la Iglesia, junto con la celebración de la institución de la Eucaristía celebra el día del amor fraterno. Es algo singular que la misma distribución de las lecturas evangélicas de ese día coloquen la narración de las palabras Eucarísticas en boca de San Pablo, en la segunda lectura, reservando para el evangelio el momento del servicio, el lavatorio de los pies. Algo que por singular o llamativo no deja de tener su trascendencia. El amor fraterno, o si se prefiere la caridad, es algo que no se agota en una institución, por mucho que esta se llame Caritas, ni tan siquiera en alguna orden religiosa que lleva su nombre. La caridad es algo que afecta a la totalidad de la Iglesia. Jesús amó a los suyos "hasta el extremo", nos dice el evangelista Juan. Este amor lo demuestra lavando los pies a los apóstoles. Es el único evangelista que no relata la institución de la Eucaristía. No hacía falta.....El gesto del lavatorio lo dice todo. Demuestra que ha venido a servir y no a ser servido, está dispuesto a dar la vida por todos. La Eucaristía es memorial (actualización) de la muerte y Resurrección de Cristo, sacrificio de la Nueva Alianza y sacramento de amor y de unidad. Cada vez que la celebramos proclamamos la muerte y la Resurrección de Jesucristo como dice la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. La Alianza del Pueblo de Israel es el anticipo de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo. Pero creo que hoy debemos resaltar que la Eucaristía nos une en el amor y nos da fuerza para transformar este mundo desde el amor. 2.- El amor fraterno solo es posible si nuestro corazón se abre a los demás. El Papa nos invitaba en Cuaresma a reflexionar sobre la caridad, y nos daba tres reflexiones basadas en el pasaje de los Hebreos. 1.- “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano. 2.- “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad. 3.- “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad. 3.- El amor construye la fraternidad. Donde hay amor hay fraternidad; donde no hay, puede quedar la apariencia o el nombre, pero se escapa la realidad Y puesto que el amor ofrecido provoca un amor correspondido, el encuentro siempre se convierte en oportunidad de gracia para nuestro interlocutor. El amor cristiano es agapê, es decir amor gratuito y desinteresado, que no exige nada a cambio. El amor fraterno solo es posible si nuestro corazón se abre a los demás, si compartimos lo que tenemos, lo que sabemos, si ayudamos a quien más lo necesita. Hay un cuento muy bonito donde se expresa bastante bien lo que es el amor fraterno. Dice así: 4.- El rey Salomón fue un rey judío considerado de los más sabios. Durante su reinado, vivieron en Sión dos hermanos que eran agricultores y sembraban trigo. Cuando llego la época de la cosecha, cada uno fue a coger el trigo en su campo. Una noche, el hermano más viejo juntó varios paquetes de su cosecha y los llevó al campo del hermano más joven, pensando: - Mi hermano tiene siete hijos. Son muchas bocas para alimentar. Es justo que yo le de una parte de lo que conseguí. Con todo, el hermano más joven también fue al campo, juntó varios paquetes de su propio trigo, los cargó hasta el campo del hermano más viejo, diciendo para sí mismo: - Mi hermano está solo, no tiene quien lo auxilie en la cosecha. Es bueno que yo comparta una parte de mi trigo con él. Cuando se levantaron ambos, por la mañana, y fueron al campo, quedaron muy admirados de encontrar exactamente la misma cantidad de trigo del día anterior. Llegada la noche siguiente, cada uno tuvo el mismo gesto de gentileza con el otro. Nuevamente, al reaccionar, encontraron intactos sus estoques. Fue en la tercera noche cuando se encontraron en medio del camino, cada cual cargando para el campo del otro un haz de trigo. Se abrazaron con fuerza, derramaron muchas lágrimas de alegría por la bondad que los unía. La leyenda cuenta que el rey Salomón, al tomar conocimiento de aquel amor fraterno, construyó el Templo de Israel en aquel lugar de fraternidad 3.- Dios nos pide una preferencia, “amor preferencial por los pobres”. He de preguntarme en este día: ¿qué tiempo les dedico, qué recursos económicos les ofrezco, qué nivel de austeridad me exijo, qué cualidades pongo a su servicio, qué aprendo en mi relación con ellos? Todos somos iguales. Pero algunos (ellos) son “más desiguales que otros”. El evangelio me pide que sean “más iguales”. Para la Iglesia, ha subrayado el Papa Benedicto XVI, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y a su esencia. El cristiano tiene que luchar por la justicia, por el orden justo de la sociedad. El amor-caridad siempre será necesario incluso en una sociedad más justa. Siempre es necesaria la atención personal, el consuelo y el cuidado de la persona. Los que dedican su tiempo a los demás en las instituciones caritativas de la Iglesia deben “realizar su misión con destreza, pero deben distinguirse por su dedicación al otro, con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad” (Dios es amor, nº 31). El necesitado, pobre en todos los sentidos tiene nombre y apellidos, no es un número, necesita que le escuchen y, sobre todo, que le quieran. 4- Misericordia pastoral de los sacerdotes El himno a la caridad es la Carta Magna de todo servicio eclesial. Es el amor por el hombre, que se alimenta en el encuentro con Cristo. Amar no es sólo dar, es sobre todo darse, entregarse al otro, participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro. Hoy celebramos también el día de la institución del sacerdocio ministerial. El sacerdote debe ser puente que transmita la misericordia de Dios. Al final de nuestra vida seremos misericordiosamente examinados sobre nuestra misericordia pastoral y sobre la imagen de Dios que ofrecemos a nuestras comunidades con nuestro comportamiento. Que la celebración de la Eucaristía de esta tarde que celebraremos en nuestras parroquias sea una verdadera expresión del amor fraterno. 2.- HACED ESTO EN MEMORIA MÍA Por Gabriel González del Estal 1.- Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. ¿De qué tenemos los cristianos que hacer memoria? Evidentemente, del cuerpo de Cristo que se entrega voluntariamente por nuestra salvación. No se entrega voluntariamente porque le guste morir; se entrega voluntariamente porque está dispuesto a seguir predicando el reino de Dios, sabiendo que esto le va a costar la vida. Lo que Cristo predica es algo que va en contra de las ambiciones y de los intereses egoístas de los que mandan; Cristo sabe que enfrentarse al poder, denunciando la corrupción y el pecado de los jefes, es asumir un riesgo claro de muerte. Pero él está decidido a obedecer el mandato de su Padre hasta el final, con todas las consecuencias, aunque le cueste la vida. De esto debemos hacer memoria en nuestras eucaristías. No una memoria puramente histórica y memorística, sino una memoria comprometida con la vida de Cristo. Celebrar la eucaristía, sin comprometerse hasta la muerte en la lucha contra el mal, no es celebrar la eucaristía cristiana, no es hacer memoria del cuerpo de Cristo que se entrega por nosotros. Cristo quiere que su cuerpo entregado sea un cuerpo compartido por nosotros y con nosotros; Cristo quiere que en la eucaristía nos hagamos miembros vivos de su cuerpo, que seamos, también nosotros, cuerpo entregado por la salvación del mundo. Comulgamos con el cuerpo de Cristo cuando también nosotros nos hacemos cuerpo de Cristo. Esto es hacer memoria del cuerpo entregado de Cristo. 2.- Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía. ¿De qué tenemos que hacer memoria los cristianos en nuestras eucaristías, cuando bebemos la copa sellada con la sangre de Cristo? El texto de san Pablo lo dice muy claramente: de la nueva alianza que Dios ha hecho con nosotros a través de la sangre de su hijo. Los sacerdotes del tiempo de Jesús ofrecían al Señor los sacrificios de animales que ofrecían las personas para seguir obteniendo el favor y la protección que Dios les había ofrecido en las antiguas alianzas. A partir de ahora el sacrificio de la vida de Cristo será el sello único y definitivo que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros. La nueva alianza se hace con Cristo, por él y en él. Pero, una vez más, debemos decir que recordar y hacer memoria de esto no es sólo un acto de la memoria, sino aceptar un compromiso, el compromiso de ofrecer también nosotros nuestra vida, con la vida de Cristo, para que el reino de Dios pueda hacerse realidad en nuestro mundo. Nuestra vida, unida a la vida de Cristo, debe ser también un sello que garantice el perdón y el amor de Dios hacia nosotros y nuestro compromiso de vivir con Cristo y como él vivió. 3.- Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. ¿Qué es lo que Cristo había hecho con sus discípulos? Lavarles los pies. Pues bien, según el evangelio de san Juan este fue el último gesto que Cristo hizo con sus discípulos, antes de ser entregado. Más de una vez Cristo había dicho a sus discípulos que entre ellos el que quisiera ser el primero que se pusiera el último. El último mensaje de Jesús a sus discípulos fue el de servir, no el de mandar. También los cristianos debemos hacer memoria de esto. Una memoria no sólo memorística, sino comprometida. Que cada vez que hacemos memoria de esto, nos comprometamos nosotros a servir. 3.- NOCHE DE INTIMIDAD, DE CONFIDENCIAS HONDAS Por Antonio García-Moreno JUEVES SANTO.- "Decretaréis que sea fiesta para siempre" (Ex 12, 14). Eran vísperas de la liberación de Egipto. Dios había desplegado el poder de su brazo y las plagas habían azotado a los opresores del pueblo elegido. Por último se preparaba la última y peor de las plagas. El ángel exterminador cruzaría el país cuando el silencio y las tinieblas de la noche avanzada hubieran llegado. Entonces todos los primogénitos morirían, sembrando el dolor y provocando lamentaciones, el pesar y las lágrimas. Pero las casas cuyos dinteles estuvieran marcados con la sangre de un cordero, los hogares de los hebreos, serían respetados por el ángel de la muerte. Ese momento sería uno de los más memorables, uno de los hechos más claros del favor y protección divinos. Por ello es recordado con alegría y con esperanza cada año en los días que preceden a la Pascua... Cristo Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Su sangre nos ha librado de la opresión y de la muerte. Y no debemos olvidarlo... "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía" (1 Co 11, 24) Ultima noche de tu paso por la tierra, noche de intimidad, de confidencias hondas, de entrega definitiva, de oración intensa y doliente, de traiciones y olvidos, de sudor de sangre y de lágrimas, angustias de muerte, entrega generosa y decidida. Noche dolorida de amor supremo, noche de luces y de sombras, de palabras encendidas, de promesas maravillosas, únicas y divinas. Noche de la Nueva y Eterna Alianza, cuando el Amor se entrega hasta las últimas consecuencias. Noche de Eucaristía, Noche de Pascua. Noche luminosa. Jesucristo, Dios y hombre, el Señor abre los tesoros insondables de su Corazón divino y los entrega a manos llenas. Desde entonces su Presencia entrañable bienhechora se prolonga y renueva a lo largo del tiempo y del espacio. Él toma mi cuerpo y lo hace suyo; mis manos y mi mirada, mis pies y mi cabeza. Él pone sus palabras en mi corazón y en mis labios. Él se me hace yo. Yo soy hecho él. Dios mío, ¿cómo has podido...? ¿Cómo puedo...? Dios mío, perdóname. Perdóname. Dios mío, perdóname. "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre..." (Jn 13, 1) Jerusalén bullía con la proximidad de la gran Pascua hebrea. Gentes venidas de lejos, peregrinos de la Diáspora se preparaban para rememorar gozosos el paso del Señor por la tierra, para liberar a su pueblo. La sangre fresca de los corderos señalaba las puertas del barrio judío... Jesús celebra con los suyos, en la intimidad del anochecer, la cena pascual. Su ardiente deseo de que llegara aquella hora estaba cumplido, el amor por los discípulos llegaba a su zenit, hasta el extremo de una entrega incondicional y absoluta... No importaba la cercanía del demonio, escondido en el corazón de Judas. Jesús se pone a lavarles los pies polvorientos de sus apóstoles, asombrados y desconcertados ante aquel gesto de supremo servicio y anonadamiento. Pedro se rebela, pero el Señor vence con facilidad su rebeldía. La lección magistral del adiós es clara y conmovedora. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros habéis de amaros y servíos unos a otros... Madre mía, esclava del Señor, ayúdanos a querernos y a servirnos...

No hay comentarios: