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jueves, 5 de abril de 2012
Ordinario de la Misa: Domingo de Resurrección del Señor. Ciclo B. 08 de Abril, 2012
Ordinario de la Misa: Domingo de Resurrección del Señor. Ciclo B. 08 de Abril, 2012
Domingo de la Resurrección del Señor
Misa del día
He resucitado y viviré siempre contigo
Señor, sólo Tú tienes palabras de vida eterna
Antífona de Entrada
He resucitado y viviré siempre contigo; has puesto tu mano sobre mí, tu sabiduría ha sido maravillosa. Aleluya.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de
los Hechos de los
Apóstoles
(10, 34. 37-43)
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
“Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.
El nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.
El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio,el perdón de los pecados”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 117
Este es el día
del triunfo del Señor.
Aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel:“Su misericordia es eterna”.
Este es el día
del triunfo del Señor.
Aleluya.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho.
Este es el día
del triunfo del Señor.
Aleluya.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.
Este es el día
del triunfo del Señor.
Aleluya.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los colosenses
(3, 1-4 )
Hermanos:
Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Secuencia
(Sólo el día de hoy es obligatoria;durante la octava es opcional)
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (20, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La resurrección de Jesús comporta un "no" rotundo a la impunidad y a la violencia. Jesús no resucita para reivindicar su muerte, sino para proclamar que la Vida plena es la voluntad de Dios. Ni los verdugos, ni los acusadores, ni los traidores tienen la última palabra. Sólo Dios lleva la voz cantante, pues sólo Él es capaz de dirigir la historia de manera imprevista e insospechada.
La fiesta cristiana de la Pascua es, sobretodo, una fiesta de la vida recuperada, de la vida auténtica, de la capacidad de mantener la propuesta de Dios por encima de la mezquindad y la sordidez que imponen ciertas instituciones sociales. La Pascua no es una fiesta que nace del deseo de celebrar algún sentimiento, sino del deseo de reivindicar una esperanza sostenida con la intransigencia de la generosidad. La comunidad se reúne para proclamar que la existencia de ese sencillo hombre de Nazaret ilumina y cambia toda la historia humana. Una historia hecha de violencias interminables, sobre una tierra sedienta de esperanza en la que despuntan permanentemente las flores recónditas de la solidaridad.
La resurrección nos invita a no sofocarnos con la sórdida amargura de los interminables afanes cotidianos. La Pascua de Jesús nos muestra otro mundo, un mundo que comienza justo en los límites de la precariedad de nuestra existencia; un mundo que no nos enajena sino que abre nuestros ojos a una vida nueva. Una vida que no nace del voluntarismo o del deseo de querer imponer una opinión o un punto de vista. Todo lo contrario. La resurrección es primicia de una vida que nace del perdón, de la misericordia y la reconciliación. Porque sólo quienes sean capaces de reconocer el germen de la vida futura en medio de este valle de lágrimas, serán capaces de recoger la cosecha del reino.
La Pascua es la fiesta de la reconciliación, de la esperanza, de la resistencia. Con la resurrección, Jesús rompe el cerco de la impunidad. Su actitud de reconciliación es un grito de justicia. Jesús perdona a sus victimarios porque sabe que ellos están fanatizados por una moral que legitima la injusticia. Las instituciones religiosas y políticas "sólo hacen lo que saben". Instauran la violencia y la intolerancia como los únicos medios para legitimar su poder. Pero, con la resurrección, Jesús apela a la justicia de Dios que es el absoluto respeto por la vida humana y la libertad de todo ser humano. El perdón, entonces, nace de una conciencia soberanamente madura y tolerante y nos prepara para una reconciliación verdadera. Porque la injusticia cometida no se remedia con una agresión mayor.
Jesús sabe que el perdón no atenúa la atrocidad del crimen. El perdón cuestiona la conciencia del agresor y la respuesta del ofendido. Pues el perdón no es un recurso de emergencia para tapar con pulcras flores la irremediable fatalidad del crimen. Ni es tampoco la vana pretensión de querer superar la violencia con la violencia. La reconciliación y el perdón nacen de una fe muy profunda, de una confianza radical en el Dios de la Vida, de una nueva manera de ver la realidad. La actitud conciliadora es consciente que la vida social no se rige por la fuerza bruta. La realidad se percibe como una infinidad de lazos afectivos que sostienen la existencia humana. De este modo, la historia humana, bajo la luz del nuevo día, muestra un rostro desconocido en el que predomina el encuentro, la generosidad, la entrega, la confianza, la tolerancia y el amor. Una realidad que no se identifica por la mecánica eficacia de los gestos conocidos sino que nos muestra una nueva humanidad con los brazos abiertos al mundo. A un lado queda el puño cerrado por la furia y la violencia y ahora las manos acarician con suavidad, ofreciendo su palma como gesto de apertura sincera.
Con la resurrección, la vida humana supera la mera estadística de las interminables fatalidades para convertirse en una alternativa irrenunciable: la vida es un derecho que no se negocia; la vida es única y cada existencia tiene un valor infinito. La sacralidad de la existencia humana se revela como el dato absoluto e inalienable que constituye la vida social. Por esta vía, es posible propiciar un diálogo creativo, único modo de resolver los irremediables conflictos que surgen en la convivencia interhumana.
Esto nos lleva a meditar sobre un aspecto de la resurrección de Jesús que a veces se olvida, pero que es esencial para comprender cómo una transformación personal, una transformación al interior de un pequeño grupo, es capaz de cambiar el rumbo de la historia de esa comunidad, de ese grupo. Esto fue lo que les ocurrió a los discípulos y discípulas de Jesús cuando se encontraron de repente con una realidad sorprendente que se les impuso: Jesús había resucitado. No era la ocurrencia de unas mujeres desconsoladas o de algunos discípulos confundidos. Era la potente experiencia de una comunidad que había descubierto que Jesús los estaba llamando para continuar la misión de anunciar el evangelio a los pobres. Entonces, la resurrección se convirtió en una experiencia tan desconcertante como novedosa, una realidad que obligó a toda la comunidad a revisar sus expectativas y a ponerse de nuevo en camino.
La acción más palpable de la resurrección de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los discípulos. El resucitado convoca a su comunidad en torno al evangelio y la llena de su espíritu de perdón. Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no había traicionado a Jesús, lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del Resucitado lo logró.
Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. La imprevista e intempestiva novedad del Resucitado arranca desde los cimientos las falsas seguridades y lanza a toda la comunidad a encarar la misión con una fuerza y una dignidad hasta ese momento desconocida. Feliz dia Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Cristo ha resucitado y vive para interceder por nosotros; por eso digámosle:
Te glorificamos, Señor.
Porque con tu resurrección has vencido las tinieblas dando muerte al pecado y nos ofreces la vida en plenitud:
Te glorificamos, Señor.
Porque Tú eres el Viviente, el que nos renueva y nos permite vivir una vida nueva:
Te glorificamos, Señor.
Porque tu resurrección ha colmado de alegría a todos los pueblos y les abre esperanzas de paz y libertad:
Te glorificamos, Señor.
Porque hoy enriqueces a tu Iglesia con la vida de los nuevos bautizados:
Te glorificamos, Señor.
Porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna:
Te glorificamos, Señor.
Porque la luz del sepulcro vacío y el mensaje de la resurrección guían nuestra fe y allanan nuestro camino:
Te glorificamos, Señor.
Celebrante:
Te glorificamos y te pedimos que tu gracia renueve nuestras vidas, las sumerja en tu misterio y un día disfrutemos en plenitud de tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Regocijados con la alegría de la Pascua, te ofrecemos, Señor, esta Eucaristía, mediante la cual tu Iglesia se renueva y alimenta de un modo admirable.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Pascua I
El misterio pascual
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este día, en que Cristo nuestra Pascua, fue inmolado.
Porque Él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado: celebremos, pues la Pascua con una vida de rectitud y santidad.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, protege siempre a tu Iglesia con amor paterno, para que, renovada ya por los sacramentos de Pascua, pueda llegar a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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