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martes, 13 de noviembre de 2012

Evangelio XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Miércoles 14 de noviembre, 2012.

Evangelio XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Miércoles 14 de noviembre, 2012. Santoral: Santa Gertrudis † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (17, 11-19) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: Sanación y salvación son presentadas frecuentemente como realidades sinónimas o incluso como la misma realidad. El relato del evangelio de hoy nos pone en guardia contra los equívocos de esa identificación. Las sociedades antiguas, como la griega y la judía, tenían en gran aprecio la salud y la belleza corporal. Salud y belleza eran sinónimo de bienestar, y el bienestar era sinónimo de salvación. Sin embargo, Jesús hace un gesto sublime al encontrarse con leprosos, que, por su enfermedad y fealdad, eran mortalmente despreciados. Incluso sus propios discípulos están ausentes de la escena. La sanación que Jesús obra sobre el grupo les restaura la salud y el Templo certifica el resultado por medio de una ofrenda. El samaritano, tratado como extranjero por sus propios correligionarios, es el único que retorna, porque se reconoce en deuda con Jesús y no con el Templo que nunca lo ha reconocido. El samaritano es el único que reconoce que la salud no se identifica con la salvación y que la única deuda que tiene es la de la gratitud. Con esta actitud reconoce que no sólo ha sanado su cuerpo, sino que ha restaurado su espíritu, es decir, ha entrado en el nuevo orden que es la salvación. Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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