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viernes, 16 de noviembre de 2012

Ordinario de la Misa: XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B Domingo, 18 de Octubre, 2012

Ordinario de la Misa: XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B Domingo, 18 de Octubre, 2012 Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario Jornada Mundial de las Migraciones Enséñanos, Señor, el camino de la vida Jesús, intercede por nosotros Antífona de Entrada Yo tengo designios de paz, no de aflicción, dice el Señor. Me invocaréis y yo os escucharé y os libraré de vuestra esclavitud donde quiera que os encontréis. Se dice Gloria. Oración Colecta Oremos: Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio porque sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén. Primera Lectura Lectura del libro del profeta Daniel (12, 1-3) En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo Responsorial Salmo 15 Enséñanos, Señor, el camino de la vida. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado,jamás tropezaré. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Segunda Lectura Lectura de la carta a los hebreos (10, 11-14. 18) Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Aclamación antes del Evangelio Aleluya, aleluya. Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre. Aleluya. Evangelio † Lectura del santo Evangelio según san Marcos (13, 24-32) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo. Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: Ya al final del año litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta a través de la lectura del Antiguo Testamento y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. En efecto, el pasaje de Daniel anuncia la intervención de Dios a favor de sus fieles a través de Miguel, el ángel encargado de proteger a su pueblo. Estas palabras de Daniel hay que enmarcarlas en el marco amplio de todo el libro cuyo género y estilo corresponden a la corriente apocalíptica bastante popularizada a finales del período veterotestamentario. Todo el libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo que sucederá al final de los tiempos, cuanto la utilización de imágenes que invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una dominación absoluta de un determinado imperio. El texto que leemos hoy es subversivo para la época, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los opresores griegos de aquel entonces que a punta de violencia se hacían ver como dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia. Por su parte el evangelio nos presenta una mínima parte del «discurso escatológico» según san Marcos. Un poco antes de comenzar la narración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los tres sinópticos nos presentan palabras de Jesús cargadas de sabor escatológico. El pasaje de hoy hay que leerlo a la luz de todo el capítulo 13. Es más, conviene que en casa o en el grupo lo leamos completo y, de ser posible, leamos también el discurso escatológico de Mateo y de Lucas, eso nos ayudará a ver mucho mejor las semejanzas y las diferencias entre los tres y, por otro lado, nos facilitará una mejor comprensión del sentido y finalidad que cada uno quiso darle a esta sección. Tengamos en cuenta que en ningún momento hablan los evangelistas del «fin del mundo», en sentido estricto, esa es una interpretación equivocada que no ha traído los mejores resultados ni a la fe del creyente ni a su compromiso con el prójimo y con la historia. No es éste, con palabras sacadas de aquí y de allá, el «fundamento» bíblico o teológico de las «postrimerías» del hombre que nos enseñaba el «catecismo del padre Astete», o de los «novísimos» que nos enseñaban en teología. O, por lo menos, no se debe reducir a eso. Jesús no predica el fin del mundo, ése no era su interés. Las imágenes de una conmoción cósmica descrita como estrellas que caen, sol y luna que se oscurecen, etc., son una forma veterotestamentaria de describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Para los antiguos, el sol y la luna eran representaciones de divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16), mientras que los demás astros y lo que ellos llamaban «potencias del cielo», representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y en su nombre oprimían a los pueblos, sintiéndose ellos también como seres divinos (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10). Pues bien, en línea con el Primer Testamento, Jesús describe no tanto la caída de un imperio o cosa por el estilo, para él lo más importante es anunciar los efectos liberadores de su evangelio; y es que el evangelio de Jesús debe propiciar en efecto el resquebrajamiento de todos los sistemas injustos que de uno u otro modo se van erigiendo como astros en el firmamento humano. Jesús es consciente y sabe que la única forma de rescatar, redireccionar el rumbo de la historia por los horizontes queridos por el Padre y su justicia, es haciendo caer los sistemas que a lo largo de la historia intentan suplantar el proyecto de la justicia querido por Dios, con un proyecto propio, disfrazado de vida pero que en realidad es de muerte. Esta tarea la debe realizar el discípulo, el que ha aceptado a Jesús y su proyecto. Recordemos la intencionalidad teológica y catequética de Marcos: a Jesús, el Mesías (cuyo «secreto» se mantiene a lo largo de todo el evangelio) sólo se le puede conocer siguiéndolo; y bien, el seguimiento implica no sólo ir detrás de él, implica además, tomar el lugar de él, asumir su propuesta como propia y luchar hasta el final por su realización. Discípulas y discípulos están entonces comprometidos en ese final de los sistemas injustos cuya desaparición causa no miedo, sino alegría, aquella alegría que sienten los oprimidos cuando son liberados. Esa debiera de ser nuestra preocupación constante y el punto para discernir si en efecto nuestras tareas de evangelización y nuestro compromiso con la transformación de lo injusto en relaciones de justicia está causando de veras ese efecto que debe tener el evangelio o si simplemente estamos ahí a merced de las corrientes del momento esperando quizás que se cumpla lo que no ni siquiera pasó por la mente de Jesús. Para la revisión de vida ¿Cuál es mi compromiso real y concreto en la transformación del orden de cosas actual para que llegue el nuevo orden, el futuro orden, el «otro mundo posible», el «sueño de Dios». Se dice Credo. Oración de los Fieles Celebrante. Hermanos, Cristo se ofreció en sacrificio de una vez para siempre, Él es el Sacerdote capaz de compadecerse de nosotros y de interceder ante el Padre por cuanto necesitamos y deseamos.Por eso, oremos diciendo: Jesús, intercede por nosotros. Para que los ministros que participan del sacerdocio de Cristo, preparen al Pueblo de Dios para acoger la Palabra y la venida constante del Señor. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Para que con sabiduría nuestros gobernantes promuevan la justicia, el desarrollo y el bienestar en la nueva sociedad del tercer milenio. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Para que Dios sea el consuelo de los que viven en la marginación, la pobreza y la opresión. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Para que los enfermos, los atribulados, los que sufren o están tristes se unan a Cristo y su sufrimiento sea redentor. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Para que el Señor proteja a los que van de viaje, conforte a los cautivos y sea la paz de los que viven lejos de sus hogares. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Para que, con esperanza activa e ilusión renovada, aguardemos los cielos nuevos y la tierra nueva donde habita la justicia. Oremos. Jesús, intercede por nosotros. Celebrante: Jesús, intercede por tu Iglesia, bendícela con tu gracia y guárdala de todo mal hasta el día de tu retorno glorioso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Oración sobre las Ofrendas Que estos dones traídos a tu altar nos obtengan de ti, Señor y Dios nuestro, la gracia de servirte con amor y la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Prefacio Dominical III Nuestra salvación por el Hijo de Dios hecho hombre El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino al prever el remedio en la misma debilidad humana, y así de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor. Por Él, los ángeles cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo... Antífona de la Comunión Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner sólo en él mis esperanzas. Oración después de la Comunión Oremos: Señor, que nuestra participación en esta Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar como memorial suyo, nos una siempre con el vínculo de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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