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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lecturas del Jueves XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 23 de septiembre 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del
Eclesiastés (Cohélet) (1, 2-11)
Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión. ¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos en la tierra? Pasa una generación y viene otra, pero la tierra permanece siempre.
El sol sale y se pone; corre y llega a su lugar, de donde vuelve a salir. Sopla el viento hacia el sur y gira luego hacia el norte, y dando vueltas y más vueltas, vuelve siempre a girar. Todos los ríos van al mar, pero el mar nunca se llena; regresan al punto de donde vinieron y de nuevo vuelven a correr.
Todo es difícil de entender:
no deja el hombre de cavilar, no se cansan los ojos de ver ni los oídos de oír. Lo que antes existió, eso volverá a existir. Lo que antes se hizo, eso se volverá a hacer. No hay nada nuevo bajo el sol.
Si de alguna cosa dicen:
“Mira, esto sí es nuevo”, aun esa cosa existió ya en los siglos anteriores a nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 89
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Tú, Señor, haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día, que ya pasó; como una breve noche.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Nuestra vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo?
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.
Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras.
Tú eres, Señor,
nuestro refugio.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (9, 7-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Pero Herodes decía:
“A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

Ayer hablábamos sobre el discípulo y la misión que éste debía de efectuar en el seguimiento de Jesús: proclamar el reino de Dios. Hoy, Lucas nos presenta al rey Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, desconcertado por los prodigios que Jesús hacía por los lados de Cafarnaúm y pueblos aledaños, y se preguntaba: ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas? Unos decían que Juan el Bautista había resucitado de entre los muertos. Recordemos que a Juan lo mandó a decapitar el mismo Herodes por influencia de Herodías. Juan denunció a Herodes por haber tomado como mujer a la mujer (Herodías) de su hermano Filipo. Otros decían que era Elías. Elías fue el profeta que anunció el comienzo de los últimos tiempos, por medio del cual vendría el Mesías, e Israel reinaría sobre todas las naciones. Otros veían a Jesús como un profeta más a la manera de los grandes profetas del antiguo Israel. Herodes deseaba ver a Jesús, pero ¿con qué intención? Es lógico que no eran buenas las intenciones del virrey de Galilea, porque ese tal Jesús estaba suscitando un movimiento que atentaba contra su poder. La dimensión profética de Jesús va marcando el caminar misionero de sus discípulos

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