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martes, 21 de septiembre de 2010

Lecturas del Miércoles XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 22 de septiembre 2010

Primera Lectura
Lectura del libro de los
Proverbios (30, 5-9)
Toda palabra de Dios es verdadera. El Señor es un escudo para cuantos en él confían. No alteres para nada sus palabras, no sea que te reprenda y resultes mentiroso.
Dos cosas te pido, Señor, antes de morir, no me las niegues: líbrame de la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riqueza, dame tan sólo lo necesario para vivir, no sea que la abundancia me aparte de ti y me haga olvidarte; no sea que la pobreza me obligue a robar y me lleve a ofenderte.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118
Condúceme, Señor,
por tu camino.
Apártame de los caminos falsos y dame la gracia de cumplir tu voluntad. Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata.
Condúceme, Señor,
por tu camino.
Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo. Aparto mi pie de toda senda mala para cumplir tus palabras.
Condúceme, Señor,
por tu camino.
Medito tus decretos y odio el camino de la mentira. Detesto y aborrezco la mentira y amo tu voluntad.
Condúceme, Señor,
por tu camino.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean, en el Evangelio.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (9, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.
Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”.
Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El envío-misión que hace Jesús a sus discípulos tiene un objetivo fundamental: proclamar el reino de Dios. Esto lo podríamos traducir en la dignificación del ser humano, en luchar por un mundo mejor en paz, solidaridad y justicia. Para este tipo de trabajo es necesario el desprendimiento total de cosas que nos atan y no nos dejan ser y estar libres para la misión: no lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. Es lógico que para ser discípulo, primero tenemos que sentirnos llamados-convocados por el mismo Señor. El Señor llama y respeta la libertad de la persona a quien convoca. Al aceptar el llamado, se asume con responsabilidad la misión que se le encargue, y desde allí comienza el trabajo apostólico. Y nosotros, ¿nos sentimos llamados a formar parte de la misión que Jesús encomendó a la Iglesia? La V Conferencia del Episcopado Latinoamericana (CELAM), realizada en Aparecida, Brasil, nos llama a ser “discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. El énfasis misionero de la Iglesia en los últimos años ha sido fundamental y una necesidad que se está tratando de rescatar. La Iglesia es misionera por naturaleza.

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