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domingo, 19 de septiembre de 2010

Lecturas del Lunes XXV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 20 de septiembre 2010

Primera Lectura
Proverbios 3, 27-34
El Señor aborrece al perverso
Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: "Anda, vete; mañana te lo daré." No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento, ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Salmo responsorial: 14
El justo habitará en tu monte santo, Señor.
El que procede honradamente / y practica la justicia, / el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino, / el que considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura / ni acepta soborno contra el inocente. / El que así obra nunca fallará. R.
Evangelio
Lucas 8, 16-18
El candil se pone en el candelero para que los que entran tengan luz
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:

El evangelio de hoy está haciendo una exhortación muy importante para nosotros que nos llamamos cristianos. Ser lámparas encendidas que iluminen a la humanidad. Pero para ser lámparas necesitamos recibir la luz que nos viene de la Palabra de Dios. Llevar la Palabra significa llevar a Jesús mismo. El que ha recibido la Palabra de Dios está en su deber de anunciarla, porque nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la mete debajo de la cama. Es tal el gozo de llevar la Palabra que el discípulo la coloca en el candelero para que los que entran vean la luz. ¿Ay de aquél que teniendo la luz de la Palabra se la guarde para sí? Sería un acto muy egoísta no compartir con los demás esa Palabra recibida, mientras que quien se siente de verdad comprometido con el anuncio profético, ese recibirá aún más porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aun lo que parece tener. Cabe preguntarnos: ¿Estamos siendo ministros idóneos de la Palabra de Dios? o ¿la estamos escondiendo debajo de la cama, es decir, no estamos compartiendo con los otros ese don tan precioso?

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