Viernes 22 de Octubre,2010
Haz, Señor, que te busquemos
Feria de la 29a. semana del Tiempo Ordinario
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor
Antífona de Entrada
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Buscad la ayuda del Señor; buscad continuamente su presencia.
Oración Colecta
Oremos:
Aumenta, Señor, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad para que cumplamos con amor tus mandamientos y podamos conseguir, así, el cielo que nos tienes prometido.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los efesios (4, 1-6)
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.
Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también una sola es la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 23
Haz, Señor, que te busquemos.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos.
Haz, Señor, que te busquemos.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.
Haz, Señor, que te busquemos.
Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob.
Haz, Señor, que te busquemos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (12, 54-59)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede.
¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?
Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Los interlocutores de Jesús, en especial algunos maestros de la Ley, no aceptan su mensaje porque son unos hipócritas. Y la multitud que también lo escucha no acepta, por su hipocresía también, el momento principal de la historia de la salvación, el kairos. Jesús manifiesta su decepción porque muchos que lo siguen son capaces de leer los signos de los tiempos climáticos y meteorológicos, pero son incapaces de ver los signos del reino y del reinado de Dios en la historia. Muchas veces desgastamos nuestra inteligencia en asuntos que tienen que ver con la vida humana, pero que distan mucho de ser fundamentales para la construcción de una sociedad y un mundo más justo, alternativo y solidario. La exigencia de Jesús apunta más a la necesidad de poner todas nuestras capacidades y cualidades para hacer de esta humanidad verdadera morada de Dios. Hoy tenemos que experimentar a Dios en la historia de una manera distinta: trabajar en el cumplimiento de su voluntad libremente; en esa misma libertad que me permite ser escogido por Él. No podemos dejar de experimentar la presencia liberadora y salvífica de Dios en la realidad histórica, en la vida de la comunidad, en la vida de los seres humanos.
Oración sobre las Ofrendas
Mira, Señor, con bondad, las ofrendas que te presentamos, a fin de que esta celebración eucarística sea para tu gloria y alabanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común VII
Cristo, huésped y peregrino en
medio de nosotros.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz. Porque tú llamaste a Abraham y le mandaste salir de su tierra, para constituirlo padre de todas las naciones.
Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo y guiarlo a la tierra de promisión. Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte; y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Llenos de júbilo porque nos ha salvado, alabemos la grandeza del Señor, nuestro Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Señor, que este memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo nos haga morir de veras al pecado y renacer a una nueva vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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