Evangelio del Jueves VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 17 de febrero 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 27-33)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.
Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Uno de los intereses mayores de Marcos en su evangelio es afirmar que Jesús es el Cristo, el Mesías, el enviado. Por tal razón, el relato de hoy se considera central, ya que en él encontramos la confesión de fe de Pedro y el primer anuncio de la pasión y resurrección. Si en los relatos anteriores la gente y los discípulos no comprendían la misión de Jesús, aquí se da un paso adelante en el proceso hacia a la fe a través de la confesión de Pedro. Este discípulo reconoce a Jesús como el Cristo, como el Ungido por Dios, es el esperado por el pueblo de Israel. Esta respuesta sensata y original a la pregunta formulada por Jesús parece ser el resultado de un largo caminar con el Maestro, de escuchar su palabra y de ser testigo de los signos poderosos a favor de los pobres, los enfermos y los endemoniados. Sin embargo, el entusiasmo de Pedro se pierde al escuchar el plan mesiánico de Jesús, se acobarda y trata de detener su camino. ¿Tenemos presente que nuestra experiencia de seguimiento de Jesús implica riesgos y exigencias?
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