Evangelio del Viernes VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 18 de febrero 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 34—9, 1)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y
por el Evangelio, la salvará.
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre, entre los santos ángeles”.
Y añadió: “Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Jesús, en el relato de ayer, vio en Pedro al mismo Satanás, pues la intención del discípulo, en ese momento, fue detener el camino del Maestro y no seguirlo. El texto de hoy nos explica qué significa seguir el camino de Jesús; para ello presenta una serie de características que identifican al verdadero discípulo, todas unidas a una exigencia fundamental: Negarse a sí mismo. Tomar la cruz, optar por Jesús, implica indiscutiblemente romper con toda clase de egoísmos y tendencias de poder; implica salir de sí mismo para ir al encuentro con Dios, que está presente en los hermanos. De ahí que el seguimiento sea un constante proceso de apertura a la acción de Dios, que se evidencia a través de la solidaridad y el amor por los otros; preocuparnos más por el otro significa que realmente Dios está actuando en nosotros, nos está salvando. Para Jesús, salvar significa liberar al ser humano de sus propios límites, sacarlo de su finitud y hacerlo partícipe activo de la infinitud de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario