Ordinario de la Misa: Domingo Segunda Semana de Adviento. Ciclo B. 04 de Diciembre, 2011
Segundo Domingo de Adviento
Preparen el camino del Señor
Escucharé las palabras del Señor
Antífona de Entrada
Pueblo de Sión, mira que el Señor va a venir para salvar a todos los hombres y dejará oír la majestad de su voz para alegría de vuestro corazón.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida de tu Hijo, y que la sabiduría que viene del cielo, nos disponga a recibirlo y a participar de su propia vida.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (40, 1-5. 9-11)
“Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados”.
Una voz clama: “Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. Así ha hablado la boca del Señor.
Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 84
Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos
al Salvador.
Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos
al Salvador.
La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos
al Salvador.
Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia y danos
al Salvador.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pedro (3, 8-14)
Queridos hermanos: No olviden que para el Señor, un día es como mil años y mil años, como un día. No es que el Señor se tarde, como algunos suponen, en cumplir su promesa, sino que les tiene a ustedes mucha paciencia, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.
El día del Señor llegará como los ladrones. Entonces los cielos desaparecerán con gran estrépito, los elementos serán destruidos por el fuego y perecerá la tierra con todo lo que hay en ella.
Puesto que todo va a ser destruido, piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos.
Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con él, sin mancha ni reproche.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (1, 1-8)
Gloria a ti, Señor.
Este es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito:
He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.
En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba:
“Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.
El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.
La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.
El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste así porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.
Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas a que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible.
Para la revisión de vida
El Señor Jesús, y el Reino que Él anunció, sólo vendrán por efecto de una acumulación incontenible de deseos de que Él venga...
Mi vida, ¿ha hecho de la Causa de Jesús su propia causa? ¿Puedo decir que el centro de mis ilusiones, que la sustancia de las esperanzas que explican mi vida está en utopía del Reino que Jesús anunció? ¿Es esa utopía lo que me sostiene, lo que da razón de ser y sentido a mi vida?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
La liberación es ya cercana y Dios viene a consolar a su pueblo y a borrar su pecado, por eso, con alegría serena y confianza filial presentemos al Padre las necesidades, angustias y esperanzas de los hombres y digamos:
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por la Iglesia: para que no deje de anunciar con audacia el Reino de los Cielos que nos trae Jesús, el Salvador del mundo.
Oremos al Dios que nos salva.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por los que gobiernan las naciones de la tierra: para que, como Juan, modelo del auténtico servicio, ejerzan sus responsabilidades custodiando el bien común y la dignidad de la persona, y promoviendo por todos los medios una sociedad justa, solidaria y pacífica.
Oremos al Dios de la paz.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por los que con su vida y predicación alzan proféticamente su voz para anunciar la llegada de la salvación y denunciar cuantos escándalos, atropellos y corrupciones imperan a su alrededor: para que experimenten la fortaleza del Espíritu y sean valientes a pesar de las incomprensiones, persecuciones e injusticias.
Oremos al Dios del amor.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por los que sufren a causa de la enfermedad, la pérdida de sus seres queridos, el hambre, la guerra o la marginación: para que descubran en el anuncio de la Palabra al Dios que los salva, y en Él encuentren un motivo para seguir esperando.
Oremos al Dios de la vida.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por los que son llamados a allanar en los corazones el camino del Salvador: para que con generosidad le sigan y gasten su vida con el solo fin de que Cristo sea anunciado, conocido y amado.
Oremos a Dios que nos llama.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Por los que celebrando este banquete eucarístico nos disponemos a recibir al Señor: para que lo hagamos con fe y alegría, sirviendo y buscando siempre el bien de los que nos rodean.
Oremos al Señor,
nuestro hermano.
Muéstranos tu misericordia
y escúchanos.
Celebrante:
Oh Dios, que no tardarás en venir, escucha las plegarias de tu Iglesia reunida en oración, convierte nuestros corazones a Ti, y haz que preparemos el camino de tu Enviado con esperanza y expectación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
Oración sobre las Ofrendas
Que te sean agradables, Señor, nuestras humildes ofrendas y oraciones, y que tu misericordia supla la extrema pobreza de nuestros méritos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento I
Las dos venidas de Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
El cual, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación, para que cuando venga de nuevo, en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Levántate, Jerusalén, sube a lo alto, para que contemples la alegría que te viene de Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos, Señor, a no sobrevalorar las cosas terrenales y a estimar las del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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