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lunes, 9 de enero de 2012

Ordinario de la Misa: Martes I Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 10 de Enero, 2012

Ordinario de la Misa: Martes I Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 10 de Enero, 2012
Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador
Feria de la 1a. semana del Tiempo Ordinario
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo
Antífona de Entrada
Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria el alabarte.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del primer libro
de Samuel (1, 1-20)
Había un hombre en Ramá, de la tribu de Efraín, llamado Elcaná, que tenía dos mujeres, Ana y Peninná. Peninná tenía hijos y Ana no los tenía. Todos los años Elcaná subía desde su ciudad al santuario de Siló, para adorar al Señor de los ejércitos y ofrecerle sacrificios. Ahí vivían los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, sacerdotes del Señor.
Cuando ofrecía su sacrificio, Elcaná daba a Peninná y a cada uno de sus hijos, su parte; pero a Ana le daba una porción doble, porque la amaba con predilección, aun cuando el Señor no le había concedido tener hijos. Peninná, su rival, se burlaba continuamente de ella causa de su esterilidad y esto sucedía año tras año, cuando subían a la casa del Señor.Peninná la humillaba y mortificaba, y Ana se ponía a llorar y no quería comer.
Una vez Elcaná le dijo: “Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿Acaso no valgo yo para ti más que diez hijos?”
Después de tomar la comida ritual en Siló, Ana se levantó y se puso a orar ante el Señor. Llena de amargura y con muchas lágrimas, hizo esta promesa:
“Señor de los ejércitos, mira la aflicción de tu sierva y acuérdate de mí. Si me das un hijo varón, yo te lo consagraré por todos los días de su vida, y en señal de ello, la navaja no tocará su cabeza”.
Mientras tanto, el sacerdote Elí estaba sentado a la puerta del santuario. Ana prolongaba su oración y Elí la miraba mover los labios, pero no oía su voz.
Pensando que estaba ebria, le dijo: “Has bebido mucho. Sal de la presencia del Señor hasta que se te pase”. Pero Ana le respondió: “No, señor. Soy una mujer atribulada. No he bebido vino ni bebidas embriagantes; estaba desahogando mi alma ante el Señor. No pienses que tu sierva es una mujer desvergonzada, pues he estado hablando, movida por mi dolor y por mi pena”.
Entonces le dijo Elí: “Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido”.
Ella le contestó:
“Ojalá se cumpla lo que me dices”. La mujer salió del templo, fue a donde estaba su marido, y comió y bebió con él. Su rostro no era ya el mismo de antes.
A la mañana siguiente se levantaron temprano, y después de adorar al Señor, regresaron a su casa en Ramá. Elcaná tuvo relaciones conyugales con su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella y de su oración.
Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: “Al Señor se lo pedí”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial 1 Samuel 2
Mi corazón se alegra en Dios,
mi salvador.
Mi corazón se alegra en el Señor, en Dios me siento yo fuerte y seguro. Ya puedo responder a mis contrarios, pues eres tú, Señor, el que me ayuda.
Mi corazón se alegra en Dios,
mi salvador.
El arco de los fuertes se ha quebrado, los débiles se ven de fuerza llenos. Se ponen a servir por un mendrugo los antes satisfechos; y sin tener que trabajar, pueden saciar su hambre los hambrientos. Siete veces da a luz la que era estéril y la fecunda ya dejó de serlo.
Mi corazón se alegra en Dios,
mi salvador.
Da el Señor muerte y vida, deja morir y salva de la tumba; él es quien empobrece y enriquece, quien abate y encumbra.
Mi corazón se alegra en Dios,
mi salvador.
El levanta del polvo al humillado, al oprimido saca de su oprobio, para hacerlo sentar entre los príncipes en un trono glorioso.
Mi corazón se alegra en Dios,
mi salvador.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Reciban la palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina, tal como es en realidad.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (1, 14-28)
Gloria a ti, Señor.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las
redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta?
Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
La gente sencilla diferencia con claridad la enseñanza de Jesús de la de otros maestros de la época. Tan novedoso es el mensaje de Jesús que desconcierta a sus interlocutores. En aquel tiempo, cada grupo religioso hacía su interpretación particular de la Escritura, invocando la doctrina de maestros prestigiosos. Pero la palabra de Jesús se impone por su propia autoridad. Pero ¿qué es lo que hace completamente diferente la enseñanza de Jesús de la de otros? Jesús habla un lenguaje emotivo y concreto, lleno de colorido e imágenes, tomado de las preocupaciones cotidianas de agricultores, pescadores, amas de casa, pastores. Los otros maestros citaban de memoria eruditas interpretaciones de maestros más antiguos, pero el pueblo sencillo no podía validar esas doctrinas en su propia experiencia de vida. Los escribas se acreditaban recurriendo a explicaciones tan eruditas como desactualizadas; Jesús, en cambio, echa mano de la sabiduría popular. De hecho en los evangelios encontramos una variada colección de dichos y parábolas de Jesús donde aparecen máximas, refranes y sentencias tomadas de la experiencia diaria del creyente común. Todavía hoy, a pesar de vivir muchos en una cultura urbana, somos capaces de captar al vuelo la novedad y frescura del mensaje de Jesús.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común VII
Cristo, huésped y peregrino en
medio de nosotros.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz. Porque tú llamaste a Abraham y le mandaste salir de su tierra, para constituirlo padre de todas las naciones.
Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo y guiarlo a la tierra de promisión. Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte; y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haberte invocado.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir, nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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