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miércoles, 15 de febrero de 2012

Evangelio del Jueves VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 16 de Febrero, 2012

Evangelio del Jueves VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 16 de Febrero, 2012 † Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 27-33) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesárea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”. Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: Las dos preguntas que Jesús plantea a sus discípulos resuenan hoy con más poder: “¿Quién dice la gente que soy yo?, ¿quién dicen ustedes que soy yo?” Con mucha probabilidad el Evangelio según Marcos fue escrito para responder a estas dos preguntas, no en vano ellas ocupan la mitad del evangelio. El texto que las precede nos presenta el episodio de un ciego que gradualmente recupera la visión en la medida en que se deja conducir por Jesús. El episodio siguiente nos planteará el problema de seguir a Jesús asumiendo su causa y preparándose para asumir la cruz que esta opción comporta. En este punto, este evangelio de hoy nos deja claro que, si bien comenzamos reconociendo a Jesús como maestro autorizado y como profeta de los nuevos tiempos, sin embargo, para confesarlo como Mesías necesitamos caminar con Él, comprender su enseñanza y asumir su estilo de vida. La misión que Jesús realiza supera los límites formales de una religión basada en rituales o en el estricto cumplimiento de la Ley. Su propuesta nos exige conversión y fe en su mensaje de salvación. Reconocer a Jesús como ungido, como Cristo, es reconocer en su camino una alternativa que no puede ser ni ignorada ni minimizada.

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