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jueves, 16 de febrero de 2012
Evangelio del Viernes VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 17 de Febrero, 2012.
Evangelio del Viernes VI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 17 de Febrero, 2012.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 34—9, 1)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre, entre los santos ángeles”.
Y añadió: “Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
¿Qué es negarse a sí mismo? Tal vez la primera imagen que viene a nuestra mente es la de una persona que se impone una vida ascética, llena de sacrificios y penurias. Pero no es ésta la idea que nos comunica el evangelio. Negarse a sí mismo es romper con eso que llamamos individualismo. Es decir, la falsa ilusión de vivir aislado o de ser autosuficiente. Todos los seres humanos, quiéranlo o no, viven en solidaridad entre sí y con la naturaleza. Negarse a sí mismo es tomar conciencia de la propia ínfima condición y pequeñez. Negarse a sí mismo es reconocerse como incapaz de transformar el mundo sin vincularse a un proyecto mayor. Jesús ofrece un camino para superar la pretensión del individualismo, por medio del seguimiento y de la cruz. El seguimiento es la aceptación de su llamada y el dejarse transformar por su enseñanza. La cruz viene cuando asumimos las contradicciones que su seguimiento genera en nosotros y en nuestro mundo. Negarse a sí mismo es asumir que tenemos la potencialidad para ser felices con lo que somos y tenemos, y que tenemos el poder para transformar el mundo, si asumimos el proyecto de Jesús: el Reino.
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