Evangelio del Martes III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 25 de enero 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16, 15-18)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Hoy celebramos en la Iglesia la conversión del Apóstol Pablo; celebramos un cambio de vida, el paso de un “antes” a un “después”; celebramos la apertura total de un hombre a la voluntad de Dios. Pablo es importante para la comunidad de creyentes por su proceso de cambio; pasa de un sistema religioso cimentado en la justificación (“Dios me paga por cumplir la ley”) a un sistema en el que Dios se hace presente de manera directa, sin necesidad de intermediarios, en la existencia del ser humano. Pablo experimenta que Dios está presente en él; que puede acceder a Dios no por medio de la ley, sino por medio de las personas. Pablo se da cuenta que ese mismo Dios en quien cree habita en él y en la comunidad; Pablo descubre que la relación del ser humano con Dios ocurre en la mundanidad, y es esa la gran novedad para Pablo y en eso consiste su proceso de cambio. El evangelio que leemos hoy nos confirma lo que Pablo experimentó: el reino de Dios está actuando ya en nuestra historia, está presente en nosotros; por ello necesitamos cambiar, sumergirnos esa presencia salvífica y saturarnos de ella y así estar dispuestos para dar testimonio de ello a nuestros hermanos
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