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sábado, 29 de enero de 2011

Homilías. Domingo IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de enero 2011

1.- EL GRAN MOMENTO DE LAS BIENAVENTURANZAS
Por Pedro Juan Díaz
1.- Durante estos primeros domingos del tiempo ordinario vamos recorriendo los momentos iniciales de la predicación de Jesús y hoy llegamos al gran momento de las Bienaventuranzas. En ellas se expresa la opción de Jesús por los más pobres, que también es la opción de Dios. Una opción que resultaba confusa en una cultura religiosa en la que ser rico y vivir bien era un “premio” de Dios y ser pobre un “castigo”.
2.- Todas las lecturas de hoy remarcan esa opción divina por los sencillos, los humildes y los pobres. La primera lectura del profeta Sofonías habla de “un pueblo pobre y humilde” que pone toda su esperanza en Dios, que les da fortaleza para encajar los golpes de la vida. También San Pablo habla en la segunda lectura de un Dios que “ha escogido lo necio… lo débil… lo que no cuenta para anular a lo que cuenta”. Y también en el Salmo responsorial vemos como el Señor está del lado de los pobres.
3.- Las bienaventuranzas hablan de que las cosas pueden ser de otra manera, que Dios quiere que las cosas sean distintas a como son. Las bienaventuranzas hablan de un Reino, el de Dios, en el que se pondrá la historia del revés y los últimos serán primeros y los pequeños, grandes. Pero ese Reino tiene dificultades para crecer entre nosotros, ya que se enfrenta a un ambiente contracultural y aparece como algo utópico para el tiempo de hoy. No obstante, el Señor, que es fiel a sus palabras y a sus promesas, sigue suscitando personas y moviendo sus corazones para que colaboren en esta tarea.
4.- Optar por las bienaventuranzas y por el Reino de Dios supone poner toda nuestra confianza en Dios. Pero también a sabiendas de que vamos a caminar contra-corriente en muchas ocasiones. Optar por las bienaventuranzas supone reconocer a un Dios que está a favor de los empobrecidos, de los más desgraciados de la vida. Optar por las bienaventuranzas es optar por un camino de felicidad que pasa por ayudarnos unos a otros a ser felices, sin necesidad de llenar nuestra vida de cosas y más cosas que nos proporcionan una felicidad pasajera y trivial. Y aunque sea contra-corriente, merece la pena, porque estamos confiados en que el Señor nos lleva a su plenitud.
6.- Vivimos en una sociedad necesitada de referentes, de personas que nos sirvan de modelo a seguir, por su manera de vivir, por su estilo de vida. Y aquellas que más nos llaman la atención son las que han vivido de manera sencilla y pobre, a contra corriente de lo que la sociedad nos marca. Y nos fijamos en ellas, y nos admiramos de cómo han sido capaces de hacerlo. En esas personas, algunas más conocidas por los medios de comunicación, otras más “de andar por casa”, en ellos y ellas vemos realizado el proyecto de las Bienaventuranzas, esta página tan hermosa y a la vez tan exigente del Evangelio de Jesús.
7.- Que al participar hoy en esta Eucaristía salgamos decididos a optar por este proyecto de felicidad de Dios, que pasa también por construir un mundo y una vida más dignas para las personas que menos la tienen. Así estará creciendo el Reino de las bienaventuranzas, el proyecto de felicidad de Dios para todos nosotros. Proclamemos ahora todos juntos el Credo y, con él, nuestra opción por este estilo de vida que Jesús nos propone a través de las Bienaventuranzas.
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2.- CONTRACORRIENTE...
Por José María Martín OSA
1.- Bienaventurado es lo mismo que decir feliz, dichoso o bendito. A mí me gusta más la palabra “feliz” porque se entiende mejor en el mundo de hoy, donde todo el mundo persigue la felicidad. Lo que hoy leemos es la página clave de toda la enseñanza de Jesús. Jesús escoge una montaña encantadora, bella, verdeante, que domina todo el lago de Genesaret. Jesús habla de la auténtica felicidad. ¡Felices, felices, felices!... Felices, ¿quiénes? ¿Los ricos? No... ¿Los que ríen? No... ¿Los violentos y poderosos? No... ¿Los que están hartos de bienes? No... ¿Los que buscan sólo el placer? No... Todo lo contrario… Debemos darnos cuenta de que es más feliz, por ser más libre, el que no está apegado a los bienes de la tierra. En cambio, el que acumula bienes injustos es un desdichado. En alguna edición de la Biblia dice: “felices los que eligen ser pobres”. La pobreza en sí no es ningún bien, pues todo hombre y mujer tiene derecho a unas condiciones materiales que le permitan vivir una vida digna. En el Antiguo Testamento los bienes materiales son considerados como una bendición de Dios. Sin embargo, aquellos que no “se atan” a lo material y conservan la libertad de espíritu son los auténticamente felices. Son felices los que eligen ser pobres, los pacíficos y pacificadores, los limpios de corazón, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que son perseguidos por ser justos. Reciben la felicitación porque su situación cambiará, el Reino de Dios les pertenece y serán saciados.
2.- El Salmo y las bienaventuranzas testimonian que Dios está a favor de los débiles y defiende su causa: “El Señor hace justicia a los oprimidos” (Salmo 145). En cambio, los satisfechos y egoístas que sólo piensan en sí mismos, no son felices, porque han puesto su confianza en sí mismos en lugar de ponerla en Dios. Porque todo lo que oprime al hombre está en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, Dios quiere que luchemos por eliminar del mundo el hambre. Quiere que enjuguemos las lágrimas de muchos ojos. Quiere que trabajemos por la paz….
3.- Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Su mensaje es revolucionario. Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado...... El cristiano debe ser valiente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret. Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de "vivirlas" estaremos más cerca de lo que Dios quiere. Pero no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere. Simplemente, hemos de intentarlo….

3.- LA HUMILDAD DE ESPÍRITU, CAMINO RECTO HACIA LA FELICIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Ya decía San Agustín que todas las bienaventuranzas se basan y se compendian en la virtud de la humildad. Los humildes en lo económico, los pobres en el espíritu, son los que no tienen el corazón pegado a las riquezas. Valoran el dinero sólo como medio necesario para adquirir los bienes necesarios, corporales y espirituales. El dinero es para los pobres en el espíritu sólo un medio, nunca un fin. Por eso, no tienen nunca dificultad en compartir con las personas necesitadas el dinero que no necesitan para ellos. Los pobres en lo económico sólo son bienaventurados cuando son pobres en el espíritu, humildes. Los económicamente ricos que no son pobres en el espíritu, porque tienen el corazón apegado al dinero y no se dejan guiar por Dios, no pueden ser bienaventurados. Los económicamente pobres, si son pobres en el espíritu sí son bienaventurados, porque ponen su confianza en Dios y se dejen guiar por Dios. Es su humildad de espíritu la que les introduce en el Reino de los cielos. También los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y sed de justicia, si lo hacen desde la humildad de espíritu serán consolados, y saciados, y heredarán la tierra, es decir, serán bienaventurados. Porque Dios mira siempre con predilección a los pobres y atiende las súplicas de los humildes. También Dios se hace siempre visible a los que tienen limpio el corazón. Y a los que trabajan por la paz y la justicia desde la humildad y la fortaleza, como el siervo de Yahvé. Dios los llamará hijos suyos, y serán bienaventurados, aunque tengan que sufrir y sean perseguidos y calumniados por defender la causa de Dios.
2.- Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos. El profeta Sofonías dice, en nombre de Dios, que sólo los humildes, el “resto” de Israel, serán bendecidos por Dios. Será un pueblo pobre y humilde, que confiará en el Nombre del Señor y cumplirá sus mandatos, buscando la justicia y la moderación. Dejarse guiar por Dios, cumplir sus mandamientos, buscar la justicia y la moderación, es un programa que también nosotros debemos hacer nuestro, en estos tiempos de crisis económica y de crisis de valores. La justicia moral y social, y la moderación en nuestros gastos y en nuestras costumbres, serán el mejor medio para salir de la crisis actual que padecemos. Nos sobran la injusticia y el despilfarro por parte de ricos y poderosos, y el paro y la miseria por parte de los más pobres y desprotegidos de la sociedad. Si todos nos decidiéramos a vivir con moderación en lo económico y con humildad en nuestras relaciones sociales e individuales, se acabaría la crisis. Ya sé que esto es una bella utopía. No más que la maravillosa utopía de las bienaventuranzas.
3.- El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. San Pablo les dice a los corintios que no se desanimen al ver que entre ellos sólo hay gente pobre y humilde. Los ricos y los soberbios, viene a decirles, no van a la iglesia porque creen que ellos no necesitan de Dios. Pero la fuerza de Dios es superior a la fuerza de los hombres y Dios da su fuerza a los humildes. Esta fuerza de Dios –su sabiduría y su justicia- es la que debemos pedir para nosotros y en la única en la que debemos gloriarnos. Los pobres que confían en Dios tienen la fuerza de Dios, que es superior a la fuerza de los hombres que no confían en Dios. Ser humildes, y bienaventurados, es luchar con la fuerza de Dios contra nuestras propias debilidades y contra las debilidades de los hombres que no confían en Dios.

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