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viernes, 28 de enero de 2011

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Sabado III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29 de enero 2011

= Sabado 29 de Enero, 2011
Santa María en Sábado
Memoria libre
Bendito sea el Señor, Dios de Israel
Antífona de Entrada
Te aclamamos, santa Madre de Dios, porque has dado a luz al Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, concede a tus hijos gozar siempre de completa salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de la gloriosa siempre Virgen María, líbranos de las tristezas de esta vida y concédenos disfrutar de las alegrías eternas.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (11, 1-2. 8-19)
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven. Por ella, fueron alabados nuestros mayores.
Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Lucas 1
Bendito sea el Señor,
Dios de Israel.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas.
Bendito sea el Señor,
Dios de Israel.
Anunció que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.
Bendito sea el Señor,
Dios de Israel.
El Señor juró a nuestro padre Abraham que nos libraría del poder de nuestros enemigos, para que pudiéramos servirlo sin temor, con santidad y justicia, todos los días de nuestra vida.
Bendito sea el Señor,
Dios de Israel.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (4, 35-41)
Gloria a ti, Señor.
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”.
Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín.
Lo despertaron y le dijeron:
“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El relato que leemos hoy es ante todo una instrucción catequética entorno a la fe del discípulo y de la comunidad creyente. Marcos nos relata que Jesús, junto con los suyos, decide “pasar a la otra orilla”; es decir, al territorio de la Decápolis, lugar pagano y, según la mentalidad de la época, relacionado con el demonio. Jesús quiere que la Buena Nueva del Reino llegue a territorio pagano, pero las fuerzas del mal, representadas por el mar y la tormenta, no lo permiten y, en cambio, hace que los discípulos se angustien y se llenen de temor ante la inclemencia de las aguas. El mal parece haber triunfado, pues los discípulos se muestran impotentes frente a una situación tan aterradora; sin embargo, Jesús vence a la tormenta con sólo una orden. Esta actitud cobarde de los discípulos es cuestionada por Jesús, ya que es signo de una fe aún débil, que necesita señales prodigiosas o extraordinarias (sanaciones o milagros) para poder creer; no son suficientemente conscientes de la presencia salvífica de Jesús en medio de ellos. La fe del discípulo se caracteriza por reconocer que Dios se hace presente en su vida y en la comunidad, que actúa desde dentro y que desde allí salva.


Oración sobre las Ofrendas
Padre lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo unigénito para que, quien al nacer de la Virgen María, no menoscabó la integridad de la Madre, sino que la consagró, nos libre de nuestras culpas y haga acepta a ti nuestra oblación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Santa María Virgen I
Maternidad de la santísima
Virgen María
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la conmemoración de Santa María, siempre virgen:
Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo nuestro Señor.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Dichosa la Virgen María, que llevó en su seno al Hijo del eterno Padre.
Oración después de la Comunión
Oremos.
Señor, al recibir el sacramento celestial en esta conmemoración de la santísima Virgen María, te pedimos que nos concedas celebrar dignamente, a imitación suya, el misterio de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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