= Domingo 30 de Enero, 2011
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Dichosos los que trabajan por la paz
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo
Antífona de Entrada
Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre las naciones, para que podamos agradecer tu poder santo y sea nuestra gloria el alabarte.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, amarte con todo el corazón y, con el mismo amor, amar a nuestros prójimos.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Sofonías (2, 3; 3, 12-13)
Busquen al Señor, ustedes los humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios.Busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá puedan así quedar a cubierto el día de la ira del Señor.
“Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor.
No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 145
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Dichosos los pobres
de espíritu, porque de ellos
es el Reino de los cielos.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 26-31)
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura:
El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos.
Aleluya
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas”.
¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.
1. “de ellos es el reino de los cielos”
El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.
2. “poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”
Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.
3. “los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz”
Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.
4. “de la misma manera persiguieron a los profetas”
La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.
5. “bienaventuradas, bienaventurados”
¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.
La misma lógica propuesta por Mateo, es la que recuerda Pablo a la comunidad de Corinto, donde la fuerza de Dios se concreta en personas que no son fuertes ni sabias en la consideración de la opinión común pero que saben concretar la presencia de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, para que el “que está orgulloso, esté orgulloso en el Señor”.
Para la revisión de vida
Las Bienaventuranzas no son una teoría, ni siquiera “el programa” que propone Jesús, sino una de las mejores descripciones de lo que Jesús mismo fue y vivió. ¿Ocurre lo mismo conmigo? ¿Me describen las bienaventuranzas? ¿Acaso alguna de las malaventuranzas (Lc 6, 24-26)?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Hermanos, hagamos nuestros los anhelos y esperanzas de todos los hombres, y unidos a toda la Iglesia oremos diciendo:
Padre, escúchanos.
Para que viviendo con pobreza de espíritu, los cristianos descubramos la verdadera riqueza que es Dios mismo.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Dios llene de su sabiduría y de su felicidad a cuantos intentamos vivir como Iglesia las bienaventuranzas del Reino.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jefes de los pueblos renuncien a sus intereses personales y trabajen con entusiasmo y honradez por el bien común.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que el Señor se haga presente en medio de los pobres, de los cautivos, de los hambrientos, de todos los que buscan la felicidad y aún no la conocen.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que los jóvenes, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas del Reino, sean promotores incansables de un nuevo orden social, trabajando por la justicia y la paz. Oremos.
Padre, escúchanos.
Para que Jesús, hecho alimento para nuestras vidas, nos transforme interiormente y nos haga gustar el secreto de la verdadera felicidad.
Oremos.
Padre, escúchanos.
Celebrante:
Señor y Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos mostraste el camino que conduce a la vida verdadera y no dejas de atraemos a tu bienaventuranza eterna: inclina tu oído a nuestras oraciones y no permitas que ninguno de los que acudimos a Ti quedemos defraudados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estos dones que te presentamos en señal de sumisión a ti, y conviértelos en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical IV
Historia de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Porque naciendo, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte destruyó nuestros pecados; al resucitar nos dio nueva vida; y ascendiendo hasta ti, Padre, nos abrió las puertas del Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo y sálvame por tu misericordia. Que no me arrepienta nunca de haberte invocado.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que acabamos de recibir, nos ayude, Señor, a vivir más profundamente nuestra fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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