Evangelio del Martes VIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 1 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (10, 28-31)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.
Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Una joven que quería consagrarse a la vida misionera preguntaba a su directora espiritual: ¿Por qué en la promesa de Jesús todo lo que se deja se recupera, menos el padre? Yo amo profundamente a mi papá, ¿por qué lo reencontraré todo, incluso cien veces más, menos a mi papá?
Es verdad. En esta promesa que hace Jesús a quienes se desprendan de todo, bienes y familia, por el evangelio, todo se recuperará menos el padre de familia. En realidad se trataría de una crítica de Jesús a la familia patriarcal de su época, en la que el padre ejercía un dominio total sobre todos los miembros de la familia y sobre sus bienes. En la comunidad de Jesús no puede haber dominación de ningún tipo. Jesús nos está proponiendo otra manera de organizarnos: no solamente la familia, sino también la iglesia y la sociedad, se han de basar en el servicio mutuo y el amor, y no en la dominación. Nos queda preguntarnos: ¿qué dominio ejercemos sobre los demás o se ejerce sobre nosotros, que no está de acuerdo con el evangelio de Jesús? ¿Qué cambios de relaciones personales y estructurales nos pide este Evangelio?
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