Evangelio del Sábado VII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 05 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (11, 27-33)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron de nuevo a Jerusalén, y mientras Jesús caminaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le preguntaron: “¿Con qué autoridad haces todo esto? ¿Quién te ha dado autoridad para actuar así?”
Jesús les respondió: “Les voy a hacer una pregunta. Si me la contestan, yo les diré con qué autoridad hago todo esto. El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contéstenme”.
Ellos se pusieron a razonar entre sí: “Si le decimos que de Dios, nos dirá: ‘Entonces ¿por qué no le creyeron?’, y si le decimos que de los hombres...” Pero, como le tenían miedo a la multitud, pues todos consideraban a Juan como verdadero profeta, le respondieron a Jesús: “No lo sabemos”. Entonces Jesús les replicó: “Pues tampoco yo les diré con qué autoridad hago todo esto”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Autoridad es el poder de hacer obedecer, dar órdenes y tomar decisiones. Los discípulos llamaron a Jesús “Señor”, reconociendo su autoridad. Le dieron el derecho de tomar decisiones sobre sus vidas: les llamó, les envió, les hizo caminar con él por los caminos de Galilea, les obligó a mirar de frente la realidad del sufrimiento del pueblo. Jesús probó su autoridad con sus enseñanzas, transmitiéndoles lo que había oído del Padre. Demostró su autoridad sobre la naturaleza, caminando sobre el mar y multiplicando el pan para el pueblo hambriento. Mostró su autoridad misericordiosa sobre el dolor y la muerte. Expresó su autoridad moral viviendo una vida de total coherencia. Reveló su autoridad espiritual perdonando los pecados y transformando unas vidas marginadas en vidas dignas y útiles. ¿Por qué, entonces, los jefes judíos le cuestionan su autoridad? ¿Qué intereses y privilegios políticos, económicos y religiosos estaba desmantelando Jesús, que las “autoridades” lo cuestionan? Preguntémonos: ¿Reconocemos a Jesús como nuestro Señor y le damos el derecho de gobernar nuestras vidas?
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