Evangelio del Miércoles VIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 02 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (10, 32-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban camino de Jerusalén y Jesús se les iba adelantando. Los discípulos estaban sorprendidos y la gente que lo seguía tenía miedo. El se llevó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: “Ya ven que nos estamos dirigiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; van a condenarlo a muerte y a entregarlo a los paganos; se van a burlar de él, van a escupirlo, a azotarlo y a matarlo; pero al tercer día resucitará”.
Entonces se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. El les dijo: “¿Qué es lo que desean?”Le respondieron: “Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les replicó: “No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?” Le respondieron: “Sí podemos”.
Y Jesús les dijo: “Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado”.
Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Desde el comienzo del evangelio de Marcos Jesús aparece invitando a hombres y mujeres a seguirle. Y es justamente en ese camino de Galilea a Jerusalén donde Jesús va explicando claramente cuáles son las principales actitudes del discípulo. Es en ese camino, que le conduce a él al supremo servicio de entregar su vida, donde debe corregir en su comunidad la herejía del poder. Esta herejía no consiste en cometer un error teórico, sino en desfigurar el rostro y la misión de Jesús. Cada cristiano debe mostrar el verdadero rostro de Jesús y su misión. La forma de organizar nuestra comunidad, nuestra iglesia, puede o mostrar o desfigurar el rostro de Jesús.
Jesús entendía el ejercicio del poder como servicio, y además como servicio compartido entre servidores, con orden y con diferentes roles, pero sin jerarquías ni centralización del poder. Pero entre Jesús y nosotros hubo un acontecimiento que marcó a la Iglesia para siempre: la alianza con el emperador Constantino. Y desde entonces fuimos volviéndonos, como Juan y Santiago, buscadores del poder y no del servicio.
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