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miércoles, 30 de marzo de 2011

Evangelio del Jueves III Semana de Cuaresma. Ciclo A. 31 de marzo 2011

Evangelio del Jueves III Semana de Cuaresma. Ciclo A. 31 de marzo 2011.

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11, 14-23)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada.
Pero algunos decían: “Este expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo:
“Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso,ellos mismos serán sus jueces.
Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
¿Por qué acusan a Jesús de usar el poder del demonio para liberar a un hombre enfermo, si ellos también hacían curaciones? Si consideraban que el demonio era el causante de la enfermedad, es absurdo que el demonio libere. Nunca la liberación viene del que está oprimiendo, porque eso significa que su poder se ha terminado. Pero si la liberación es por el dedo de Dios, quiere decir que la fuerza del Reino ha comenzado a actuar en la práctica de Jesús. Jesús presenta el Reino como un combate entre uno fuerte, Satanás, y Dios, que es más fuerte todavía. Tiene tanta confianza en que Dios está actuando a través de su trabajo que se llama a sí mismo el más fuerte. Y aunque el anti-reino va a ganarle la batalla de su vida, él sabe que el Padre está respaldando con su poder liberador todo lo que está haciendo. El dedo de Dios se vuelve hacia nosotros y nos dice: ¿De parte de quién estás? Frente a Jesús no hay medias tintas. O recogemos con él o desparramamos contra él.

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