Evangelio del Miércoles III Semana de Cuaresma. Ciclo A. 30 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 17-19)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Testimonio y proclamación, cumplimiento y enseñanza, son las dos caras de la misma moneda del evangelio del Reino de Dios. El anuncio y la llegada del Reino fue el centro del mensaje de Jesús. Por él vivió, habló, hizo milagros, rezó, lloró, se alegró, discutió, juntó discípulos, expuso la vida, le arrestaron, le condenaron y le asesinaron. El Reino fue su razón de ser y de vivir. La Ley del Reino lleva a plenitud la Ley de Moisés, declarando felices a los pobres, los que lloran, los necesitados de amor, pan y justicia. Jesús no achica las exigencias de la Ley, sino que libera a la Ley de su carga de exclusión y la transforma en plataforma para poder amar más y mejor. Para quien ama como Jesús toda ley ha caducado, porque el amor la ha llevado a plenitud. ¿Qué ley obligaba a la Madre Teresa de Calcuta a una solidaridad “hasta que duela”, como ella decía? La ley del amor. En cambio, para quien no ama todo servicio es carga y hace falta la ley que lo obligue. No es cuestión de ley sí o ley no. Es cuestión de amor o de ausencia amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario