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jueves, 31 de marzo de 2011

Evangelio del Viernes III Semana de Cuaresma. Ciclo A. 01 de abril 2011

Evangelio del Viernes III Semana de Cuaresma. Ciclo A. 01 de abril 2011.

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (12, 28-34)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”
Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.
El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
En un mundo en el que los dioses falsos atrapan tanto el corazón del hombre, recibimos hoy el reto de Jesús: “Ama a Dios sobre todas las cosas, con todo tu corazón”. – En un mundo en el que los odios, divisiones, guerras, opresión, injusticias, enturbian tanto los corazones de los hombres y sus relaciones mutuas, Jesús nos recuerda: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. – Amar desde el corazón, ése es el camino. Con todo el corazón ha de orientarse cada cristiano, cada comunidad, hacia Dios, como la única dirección de vida. La originalidad de la respuesta de Jesús al fariseo no está en enunciar los dos mandamientos, sino en la equiparación del uno y del otro y en la centralidad que le asigna al segundo: el resto de la Ley son sólo corolarios de esta orientación fundamental de la vida. Todos los cristianos estamos llamados a esta doble fidelidad, a Dios y al ser humano. ¿Acaso no es esta doble fidelidad el eje central de nuestra vocación cristiana? ¿Qué te parece, estás tú centrado o des-centrado? ¿Qué hacer?

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