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sábado, 19 de marzo de 2011

Ordinario de la Misa. Antífonas, Oraciones, Lecturas y Propios. Domingo II Semana de Cuaresma. Ciclo A. 20 de marzo 2011

= Domingo 20 de Marzo, 2011
Segundo Domingo de Cuaresma
Señor, ten misericordia de nosotros
En el Señor está nuestra esperanza
Antífona de Entrada
De ti mi corazón me habla diciendo: “Busca su rostro”. Tu rostro estoy buscando,
Señor; no me lo escondas.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu amado Hijo, alimenta nuestra fe con tu palabra y purifica los ojos de nuestro espíritu, para que podamos alegrarnos en la contemplación de tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis
(12, 1-4 )
En aquellos días, dijo el Señor a Abram:
“Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como se lo había ordenado el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial Salmo 32
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta
del apóstol san Pablo a
Timoteo (1, 8-10)
Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino por que así lo dispuso él gratuitamente.
Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación
antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: “Este es mi Hijo amado: escúchenlo”.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (17, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El segundo domingo de Cuaresma no es la fiesta de la Transfiguración del Señor, pero este misterio está íntimamente vinculado en la liturgia romana a esta etapa del itinerario hacia la Pascua desde la formación de esta preparación de cuarenta días. El conjunto de las lecturas de este domingo del ciclo A se puede presentar como explicación de un doble itinerario: el del hombre hacia Dios y el de Dios hacia el hombre. La iniciativa, no obstante, en ambos itinerarios, pertenece a Dios: él es quien llama al hombre -Abrahán (1a lectura) y a nosotros (2a lectura)- con una vocación santa, hacia una bendición misteriosa. Él es, ahora, quien presenta a los hombres a JC, su Hijo, el amado, su predilecto, para que le escuchen y le sigan, y sean así partícipes de su gloria. El salmo es una súplica serena que contempla ambos aspectos del itinerario: el amor de Dios que acompaña al hombre en su itinerario de búsqueda, y la acción de Dios hacia el hombre liberándole de la muerte, fundamento de nuestra esperanza.
En el contexto cuaresmal, el itinerario del hombre subraya la continuidad con el tema del domingo anterior: estamos en el "tiempo" especialmente dedicado a rehacer nuestra vida cristiana; el itinerario de Dios hacia el hombre subraya la condición salvífica del misterio pascual.
-Análisis doctrinal del prefacio
Como en el domingo anterior, escogemos el prefacio como texto sintético. La interpretación que hace el prefacio de la transfiguración del Señor se encuentra vinculada estrechamente al nexo pasión-resurrección. En efecto, en los evangelios, la narración forma unidad con el bloque confesión de Pedro-anuncio de la pasión-transfiguración. Sería una visión banal interpretar la transfiguración como una compensación dada por Jesús a los discípulos ante el anuncio de la pasión. Como quien al leer una narración angustiosa, pasa directamente a las últimas páginas para ver si "acaba bien"... O como el seguro de un final feliz para un film de suspense. La transfiguración de Jesús es algo más profundo y salvífico.
El prefacio subraya dos cuestiones: una la revelación de la gloria de Jesús como clave de comprensión de su muerte; la otra, el carácter pascual, es decir, transitivo, del misterio de la salvación. Y ambas, además, encuadradas en el testimonio del A.T. y destinadas a los discípulos.
El hecho de la encarnación tiene su momento de máxima concreción en la muerte en la cruz. Es la "kénosis: "...actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz" (Flp/02/07-08). Contemplando al Crucificado nadie diría que es el Hijo de Dios. Es este, precisamente, el escarnio que recibe Jesús en la cruz, anunciado en las tentaciones del desierto: "Si eres Hijo de Dios..." A esta insidia da respuesta la transfiguración: Sí, "¡éste es mi Hijo!". Es el anuncio de la respuesta que será la resurrección. A pesar que después de la transfiguración los discípulos continuaron con "Jesús, solo" pudieron contemplar, no obstante, algo de la realidad profunda de Jesús: su "claritas", su gloria. No es simplemente un hombre como los demás, Jesús; es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar, porque el Padre lo ha enviado para revelarnos que nos ama. Si sólo fuera un hombre, su mensaje acabaría con una muerte injusta; pero porque es el Hijo, esta muerte es el acto supremo de fidelidad al Padre, la explosión del amor teándrico (divino-humano) que salva a los hombres.
Aquí encontramos igualmente el carácter pascual. La resurrección no es un premio por una "buena conducta" realizada por JC, hasta la muerte. Es la otra cara de la muerte en la cruz. "Se rebajó... por eso Dios lo levantó sobre todo...". Cuando el Hijo de Dios hecho hombre muere, la filiación divina resplandece en la humanidad asumida, y se convierte en comunicativa para todos los que creen en Él, y se incorporan a su tránsito: les concede "poder ser hijos de Dios".
-Aplicaciones:
Una primera aplicación puede consistir en la comprensión misma de la persona de Cristo. La transfiguración nos indica el camino para hablar de Jesús: este camino nunca es perfecto mientras no llegue el anuncio de la condición de Jesús como Hijo de Dios. Una presentación de Jesús que quede centrada en su predicación, en el tiempo de su ministerio terreno, que no llegue a levantar el velo de la visibilidad para contemplarlo en su gloria, no sigue la pedagogía querida por el mismo Jesús en la transfiguración. Una predicación que se acaba al pie de la cruz de Jesús de Nazaret, no es plenamente cristiana.
Una segunda aplicación, útil para iluminar nuestro camino de renovación cristiana: ¿qué sentido tiene la penitencia cristiana si no es el de hacer crecer en nosotros, por la acción de Dios, nuestra condición de hijos de Dios que es la "gloria" que llevamos "escondida" en nuestra vida mortal? ¿Y cómo hacer crecer esta condición, si no es potenciando nuestra comunión con el Hijo, por la Palabra y los sacramentos? Véase la oración colecta y la postcomunión, y el prefacio I de Cuaresma.
-Introducción a la Eucaristía La oración postcomunión, en el texto latino, habla de "gloriosa mysteria" refiriéndose a la eucaristía. La celebración eucarística de este domingo constituye una oportunidad para entrar a fondo en todo lo que significa la transfiguración en el camino cuaresmal de renovación cristiana: lugar privilegiado para escuchar al Hijo, toma de conciencia en la fe de nuestra condición de hijos de Dios por vocación santa, entrada real en la participación de la resurrección de Cristo por la participación de su Cuerpo glorioso...
Para la revisión de vida
- El motor de la vida es la esperanza, la utopía, el futuro que añoramos… Y todo depende de nuestra visión, de lo que vemos, de si nuestra mirada sólo capta lo inmediato y rastrero que nos rodea, o si es capaz de penetrar en ello y descubrir lo profundo y lo elevado… «Todo es según el color del cristal con que se mira»… ¿Cómo es mi mirada? ¿Más allá de lo inmediato que me rodea soy capaz de ver la trastienda de eternidad, de profundidad de sentido, de presencia de Dios… que hay detrás de cada circunstancia? ¿Soy capaz de transfigurar la mirada? ¿Qué debo hacer para conseguirlo?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos a Dios que tienemisericordia de su pueblo y supliquémosle con fe diciendo juntos:
Ten piedad y escúchanos.
Por la Iglesia: que contribuya a la transformación de nuestra sociedad, predicando con su vida la esperanza en los cielos nuevos y la tierra nueva.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
hombres.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por nuestro País: para que en él los inmigrantes, los marginados y los que viven lejos de sus hogares encuentren solidaridad y acogida.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por cuantos han dejado su casa, país, bienes, fiados en la Palabra de Dios: que se robustezca su fe, su entrega sea fecunda y su vida evangelizadora.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por los cristianos de las diferentes confesiones: que seamos, para los que nos rodean, reflejo del amor de Dios que nos ama y nos salva.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Por los que en la Eucaristía celebramos la Pascua del Señor: que la fuerza de su victoria nos ayude a llevar una vida santa, entregada y austera.
Oremos al Señor.
Ten piedad y escúchanos.
Celebrante:
Dios todopoderoso, que por el misterio pascual de tu Hijo salvaste a los que el pecado había alejado de Ti; acoge las oraciones que con fe te hemos presentado, y no permitas que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Que esta ofrenda, Señor, nos obtenga el perdón de nuestros pecados y nos santifique en el cuerpo y en el alma para que podamos celebrar dignamente las festividades de la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
La transfiguración del Señor.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección. Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadlo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, porque al darnos en este sacramento el Cuerpo glorioso de tu Hijo, nos permites participar ya, desde este mundo, de los bienes eternos de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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