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domingo, 28 de agosto de 2011

Evangelio del Lunes XXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29 de agosto, 2011

Evangelio del Lunes XXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 29 de agosto, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Marcos 6,17-29
Gloria a ti, Señor
Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
La muerte de Juan Bautista está enmarcada en el evangelio de Marcos entre el envío misionero y el regreso de los discípulos. Mientras la comunidad que acompaña a Jesús asume tareas de evangelización directa y se prepara para proseguir la misión de Jesús, los poderosos derrochan en veleidades y destrozan a un profeta del pueblo. Unos construyen, mientras los otros destruyen. Unos, desde su pobreza y precariedad siembran buenas noticias; mientras otros, desde su riqueza y poder, esparcen muerte y malas noticias. Un profeta muere vilmente, víctima de los juegos de poder y de las intrigas. Juan Bautista muere por denunciar todos los atropellos y fechorías de los gobernantes descendientes de Herodes. Pero su muerte no se pierde en el vacío y en el sinsentido, como sí ocurrió con la muerte de los descendientes de Herodes. La muerte del Bautista es semilla de vida. Aunque él no lo sepa, ya Jesús ha retomado el mensaje de Juan y lo ha llevado a nuevos límites. La Buena Nueva pasa del río y del desierto a la periferia urbana y a todos los campos de Galilea.

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