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sábado, 3 de septiembre de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXIII T. O. Ciclo A. 04 de Septiembre, 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXIII T. O. Ciclo A. 04 de Septiembre, 2011
Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Señor, que no seamos sordos a tu voz
Eres justo, Señor, y rectos son tus mandamientos
Antífona de Entrada
Eres justo, Señor, y rectos son tus mandamientos. Muéstrate bondadoso conmigo y ayúdame a cumplir tu voluntad.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, que te has dignado redimirnos y hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de Padre y haz que cuantos creemos en Cristo, obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (33, 7-9)
Esto dice el Señor: “A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás de mi parte.
Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré a ti cuentas de su vida.
En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 94
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo, él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.
Señor, que no seamos sordos
a tu voz.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(13, 8-10)
Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan: “No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás” y todos los otros, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir pefectamente la ley consiste en amar.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (18, 15-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos.
Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe es una respuesta personal, pero se vive en el seno de una comunidad. Por eso todos somos responsables de la vida de cada hermano.
Ezequiel es profeta del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. También otros profetas han utilizado esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo del auténtico profeta. Estar atento a lo que pasa para alertar y prevenir al pueblo. El profeta verdadero está siempre atento a escuchar la Palabra de Dios. Lee los acontecimientos de la historia y los interpreta a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar la interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto el peligro.
Pablo en la carta a los Romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente que no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacerle daño a nadie. Por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.
El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El Texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento... entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.
Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.
¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?
Para la revisión de vida
Para muchos de nosotros, el perdón, por nuestra forma de ser, nuestro carácter, la educación recibida o la falta de educación recibida para perdonar, nos resulta difícil, incluso muy difícil. ¿Cómo está la actitud de perdón en mi vida? ¿Hay personas a las que no he perdonado todavía en mi corazón? ¿Guardo una relación correcta entre el «perdonar» y el «no olvidar»?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Sabiendo que el amor a Dios y al prójimo son el fundamento de nuestra vida, oremos al Padre para que nos enseñe a amar.
Digamos:
Enséñanos a amar.
Para que no endurezcamos el corazón y acojamos a todos como Dios nos acoge.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.
Para que, con sabiduría y discernimiento, los pastores de la Iglesia guíen, acompañen y enseñen en nombre de Dios.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.
Para que el Señor manifieste su voluntad a los que viven en adulterio, matan a sus hermanos o envidian los bienes ajenos, y los convierta.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.
Para que el amor de Cristo sea la fuerza de los misioneros, el distintivo de los cristianos y la característica de su Iglesia.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.
Para que la misericordia recibida de Dios nos haga misericordiosos con nuestros hermanos.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.
Para que nosotros y los que se alimentan del Cuerpo y la Sangre del Señor vivamos en comunión con Él y con nuestros hermanos.
Oremos con fe.
Enséñanos a amar.

Celebrante:
Enséñanos a amar, escucha nuestras oraciones y no permitas que nunca nos apartemos de Ti.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Dios nuestro, fuente de la paz y del amor sincero, concédenos glorificarte por estas ofrendas, y unirnos fielmente a ti por la participación en esta Eucaristía.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical III
Nuestra salvación por el Hijo de
Dios hecho hombre
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino al prever el remedio en la misma debilidad humana, y así de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor.
Por Él, los ángeles cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Como la cierva busca el agua de los ríos, así, sedienta, mi alma te busca a ti, Dios mío.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has instruido con tu palabra y alimentado con tu Eucaristía, concédenos, Señor, aprovechar estos dones para que vivamos aquí unidos a tu Hijo y podamos, después, participar de su vida inmortal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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