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martes, 2 de agosto de 2011

Evangelio del Miércoles XVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 03 de agosto 2011

Evangelio del Miércoles XVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 03 de agosto 2011

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (15, 21-28)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.
Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban:
“Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”.
El les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!”
El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”.
Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos” Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Jesús encuentra en la mujer extranjera la fe que les faltaba a sus discípulos en la barca. La audacia de la mujer consiste no sólo en acercarse a un maestro judío o en superar el obstáculo que representa el grupo de seguidores, sino sobre todo en romper la creencia que considera que fuera de Israel no hay salvación. Y, en mayor medida, su audacia consiste en romper la lógica de la comunidad judía, que, al darles prioridad a ‘las ovejas perdidas de Israel’, ignora las urgencias de los creyentes gentiles. La mujer sobrepasa todos estos obstáculos porque está en juego la vida misma de su hija. Supera los prejuicios por los que Israel excluye a los paganos y, a la vez, supera las diferencias por las que los paganos se distancian de Israel. Se salta, por medio de gritos e insistencia, el obstáculo que representan los discípulos. Quiebra la lógica de la comunidad judeocristiana, que fija unas prioridades, sin atender a las urgencias del lugar donde se encuentran realizando la misión. Pero sobre todo, quiebra la lógica de la exclusión para señalar que nadie está por fuera de la salvación.

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