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jueves, 4 de agosto de 2011

Ordinario de la Misa: Viernes XVII Semana T. O. Ciclo A. 05 de Agosto, 2011

Ordinario de la Misa: Viernes XVII Semana T. O. Ciclo A. 05 de Agosto, 2011

Dios mío, ten piedad de mí
Feria de la 18a. S. T. O. o memoria libre de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor
Recordaré los prodigios del Señor
Antífona de Entrada
Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco. Tú eres bueno y clemente y no niegas tu amor al que te invoca.
Oración Colecta
Oremos:
Dios misericordioso, de quien procede todo lo bueno, inflámanos con tu amor y acércanos más a ti a fin de que podamos crecer en tu gracia y perseveremos en ella.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del
Deuteronomio (4, 32-40)
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo: “Pregunta a los tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. ¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, una cosa tan grande como ésta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Qué pueblo ha oído, sin perecer, que Dios le hable desde el fuego, como tú lo has oído? ¿Hubo algún dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio de otro pueblo, a fuerza de pruebas, de milagros y de guerras, con mano fuerte y brazo poderoso? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios?
A ti se te ha concedido ver todo esto, para que reconozcas que el Señor es Dios y que no hay otro fuera de él. Desde el cielo hizo resonar su voz para enseñarte; en la tierra te mostró aquel gran fuego y oíste sus palabras que salían del fuego. El amó a tus padres y después eligió a sus descendientes.
Con su gran poder, en persona, te sacó de Egipto. Desposeyó ante ti a pueblos más grandes y fuertes que tú. Te hizo entrar en su tierra y te la dio en herencia, como puedes comprobarlo.
Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro. Cumple sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tu descendencia, y para que vivas muchos años en la tierra que el Señor, tu Dios te da para siempre”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 76
Recordaré los prodigios
del Señor.
Recuerdo los prodigios del Señor, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus maravillas.
Recordaré los prodigios
del Señor.
Dios mío, tus designios son santos. ¿Qué dios es tan grande como nuestro Dios? Tú, Dios nuestro, hiciste maravillas y les mostraste tu poder a los pueblos.
Recordaré los prodigios
del Señor.
Con tu brazo rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. Condujiste a tu pueblo como a un rebaño, por medio de Moisés y de Aarón.
Recordaré los prodigios
del Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (16, 24-28)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañia de sus ángeles, y entones dará a cada uno lo que merecen sus obras.
Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Seguir a Jesús no es huir de sí mismo, del mundo o de la vida. Seguir a Jesús es asumir la condición humana de una manera absolutamente nueva y radical. Negarse a sí mismo es abrazar con tal entusiasmo, alegría y decisión una causa que haga pasar a un segundo plano o haga desaparecer la angustia de ser y existir. Nadie puede olvidarse de sí mismo, si no es plenamente feliz con lo que hace, quiere y busca. Seguir a Jesús es asumir la alegría del día a día, la precariedad y la plenitud del presente. Cargar con la cruz no se refiere a infligirse castigos, culpas o remordimientos propios o ajenos, sino a aceptar la condición humana limitada por la violencia, el sufrimiento, la inseguridad, el miedo y la incertidumbre. La cruz es la condición existencial del ser humano, que sólo puede ser redimida si se acepta y se soporta solidariamente. Es el reconocimiento del propio pecado cometido por acción, omisión o permisión. Estas dos exigencias confluyen en la condición básica para ser cristiano: Seguir a Jesús, asumir su causa y compartir su fe.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y realiza en nosotros con el poder de tu Espíritu, la obra redentora que se actualiza en esta Eucaristía.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común II
La salvación por Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia. Por Cristo nuestro Señor.
Por él, los ángeles y arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Qué grande es la delicadeza del amor que tienes reservada, Señor, para tus hijos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te rogamos, Señor, que este sacramento con que nos has alimentado, nos haga crecer en tu amor y nos impulse a servirte en nuestros prójimos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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