Meditación: Sábado XVIII Semana T. O. 6 de agosto 2011
«Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, puesto de rodillas, le suplicó: Señor ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar Jesús en respuesta dijo: Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? Traédmelo aquí. Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento. Luego se acercaron a solas los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsaría? Él les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible. (Mateo 17, 14-20)
1º. Jesús, hoy enseñas a tus discípulos -y a mí- que si no pueden expulsar al demonio es por falta de fe.
«¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? Por vuestra poca fe.»
El demonio se mete en mi vida de mil formas distintas: suscitándome tentaciones de avaricia y sensualidad, sugiriéndome que escoja siempre lo fácil y cómodo y, sobre todo, engrandeciendo mi soberbia, mi amor propio, el deseo de que los demás se fijen en mí.
El gran triunfo del demonio es que la gente no crea en su existencia.
De esta forma puede «trabajan» a sus anchas sin encontrar la menor resistencia.
Nunca ha estado más activo que ahora que el mundo piensa que ha vencido este mito.
Porque no es un mito.
Jesús, Tú has hablado innumerables veces del demonio.
Incluso te has dejado tentar por él al comienzo de tu vida pública, dándome ejemplo de cómo vencer sus engaños.
Hoy en día la gente quiere entenderlo todo científicamente.
Por eso algunos pretenden explicar las tentaciones buscando razones psicológicas o del entorno.
Con esta visión puramente humana, de paso, desaparece la responsabilidad de las acciones, la misma noción de pecado y, en el fondo, la libertad.
El demonio utiliza esta visión falsamente científica para adormecer las conciencias ante el mal.
Por ello, para luchar contra las tentaciones del demonio, primero hay que tener fe en tu palabra.
Jesús, Tú hablas del pecado, del demonio, de sus tentaciones, y también del remedio: «orad para no caer en tentación». (Mateo 26,41).
2º. El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. ¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam» ¡te serviré, te seré fiel! que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?» (Camino.-413).
Jesús, el gran pecado de Satanás fue de soberbia: no quiso servir a su Creador non serviam: no serviré.
Prefirió servir su orgullo.
Ahora -y siempre- intenta que yo caiga en su mismo error: disfrazado de estatua de libertad, me insinúa que haga lo que me plazca, que no me sujete a nada, ni siquiera a tus mandamientos o a la Iglesia.
«La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio” y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. “El hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo”. La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios». CEC.-394).
Jesús, además de la oración diaria y de los sacramentos, me has dejado otro «medio» espléndido para vencer al demonio: tu Madre, mi madre Santa Maria.
Madre, tú has sabido decir al Señor: ¡te serviré, te seré fiel!
Ayúdame a que mi vida también sea una continua expresión de fidelidad que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía.
Madre, tú eres Auxilio de los cristianos y Refugio de los pecadores.
Tú has pisado la cabeza del demonio, y él nada ha podido contra ti.
Por eso eres Inmaculada y llena de gracia, y la muerte -que es consecuencia del pecado- no te alcanzó, subiendo al Cielo en cuerpo y alma.
Ayúdame a vencer las tentaciones del demonio, cueste lo que cueste.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona
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