Meditación: Jueves de la semana 34 del tiempo ordinario. Ciclo A. 24 de noviembre, 2011
«Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. En aquella hora, quienes estén en Judea que huyan a los montes, y quienes estén dentro de la ciudad que se marchen, y quienes estén en lo campos que no entren en ella: éstos son días de castigo para que se cumpla todo lo escrito. Ay de las que estén en cinta y de las que estén criando en aquellos días. Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a otras naciones; y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas, perdiendo el aliento los hombres a causa del terror y de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las potestades de los Cielos se conmoverán. Y entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos, y alzad vuestras cabezas porque se aproxima vuestra redención». (Lucas 21, 20-28)
1º. Jesús, la destrucción de Jerusalén que profetizas sucedió en el año 70 y es una imagen del fin del mundo.
En un tiempo futuro que no conocemos, Tú vendrás por segunda vez: «Y entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre una nube con gran poder y gloría».
Tú te has llamado a Ti mismo muchas veces el «Hijo del Hombre,» que es título de Mesías en las profecías de Daniel.
Ahora te aplicas no ya el título, sino la profecía en si; tu venida gloriosa al final de los tiempos.
Jesús, así como diste a Israel la misión de preparar tu venida, has dado a la Iglesia -nuevo pueblo de Dios- la misión de preparar tu segunda venida al final del mundo.
Por eso, en cada Misa, que es el Sacramento central del cristiano, te pedimos que «ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo» (Rito de la Comunión).
Jesús, también yo, en mi momento histórico, he de vivir en espera y en preparación de esta venida gloriosa, sintiendo la responsabilidad de mantener al pueblo de Dios -que es la Iglesia- en esta misma esperanza.
Después de dos mil años, los cristianos han mantenido la fe y la han esparcido por toda Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
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