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lunes, 21 de noviembre de 2011

Ordinario de la Misa: Lunes XXXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 21 de Noviembre, 2011

Ordinario de la Misa: Lunes XXXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 21 de Noviembre, 2011
Bendito seas, Señor, para siempre
Feria de la 34a. semana del Tiempo Ordinario
Señor, en ti está la fuente de la vida
Antífona de Entrada
Vi al Señor sentado en un trono excelso; lo adoraban una multitud de ángeles que cantaban a una sola voz: “Este es aquél cuyo poder permanece eternamente”.
Oración Colecta
Oremos:
Escucha, Señor, con bondad, las súplicas de tu pueblo, y concédenos luz para conocer tu voluntad y fortaleza para cumplirla.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Daniel (1, 1-6. 8-20)
El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, vino a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joaquín, rey de Judá, así como parte de los objetos del templo, que él se llevó al país de Senaar y los guardó en el tesoro de sus dioses.
El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus oficiales, que seleccionara de entre los israelitas de sangre real y de la nobleza, algunos jóvenes, sin defectos físicos, de buena apariencia, sobrios, cultos e inteligentes y aptos para servir en la corte del rey, con el fin de enseñarles la lengua y la literatura de los caldeos.
El rey les asignó una ración diaria de alimentos y de vino de su propia mesa. Deberían ser educados durante tres años y después entrarían al servicio del rey. Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran de la tribu de Judá.
Daniel hizo el propósito de no contaminarse compartiendo los alimentos y el vino de la mesa del rey, y le suplicó al jefe de los oficiales que no lo obligara a contaminarse. Dios le concedió a Daniel hallar favor y gracia ante el jefe de los oficiales.
Sin embargo, éste le dijo a Daniel: “Le tengo miedo al rey, mi señor, porque él les ha asignado a ustedes su comida y su bebida, y si llega a verlos más delgados que a los demás, estará en peligro mi vida”.
Daniel le dijo entonces a Malasar, a quien el jefe de los oficiales había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: “Por favor, haz la prueba con tus siervos durante diez días; que nos den de comer legumbres, y de beber, agua; entonces podrás comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa del rey y podrás tratarnos según el resultado”.
Aceptó él la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al cabo de ellos, los jóvenes judíos tenían mejor aspecto y estaban más robustos que todos los que comían de la mesa del rey. Desde entonces Malasar les suprimió la ración de comida y de vino, y les dio sólo legumbres.
A estos cuatro jóvenes les concedió Dios sabiduría e inteligencia en toda clase de ciencia. A Daniel, además, el don de interpretar visiones y sueños.
Al cabo del tiempo establecido, el jefe de los oficiales llevó a todos los jóvenes ante Nabucodonosor y se los presentó. El rey conversó con ellos y entre todos no encontró a nadie como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron entonces al servicio del rey. Y en todas las cosas de sabiduría, inteligencia y experiencia que el rey les propuso, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos de su reino.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Daniel 3
Bendito seas, Señor,
para siempre.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Que tu nombre santo y glorioso sea bendito.
Bendito seas, Señor,
para siempre.
Bendito seas en el templo santo y glorioso. Que en el trono de tu reino seas bendito.
Bendito seas, Señor,
para siempre.
Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo.
Bendito seas, Señor,
para siempre.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora
va a venir el Hijo del hombre.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (21, 1-4)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Jesús fija sus ojos en el gesto de una viuda. Mientras los ricos echaban grandes donativos en el arca del Templo, la pobre viuda ofreció todo lo que tenía para vivir. Unos versículos antes de este texto, Jesús denuncia la codicia de los letrados que devoran los bienes de las viudas aparentando agradar a Dios.
La situación de las viudas, junto con la de los huérfanos y extranjeros, resultaba bastante insegura en el pueblo de Israel. Por esto existían leyes que las protegían (Ex 22, 21; Dt 10, 18; etc.). A su favor intercedían una y otra vez los profetas (Is 1, 17; Jer 7, 6; etc.). También en la primitiva Iglesia se las sostenía (Hch 6, 1ss), y visitarlas en sus dificultades es alabado por el apóstol Santiago (1, 27) como verdadero culto a Dios.
El gesto de la viuda, destacado por Lucas en este texto, está cargado de contenido evangélico. Ella, sumamente necesitada de ayuda, es la que se abre a dar sin medida las monedas que posee. Jesús valora la generosidad y el desprendimiento total que manifiestan la madurez de la fe y la confianza en el Dios de la vida, que no abandona nunca a los pobres.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte y, por sus méritos, escucha nuestras filiales oraciones y santifica toda nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común IV
La alabanza, don de Dios
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues, aunque no necesitas de nuestra alabanza, es don tuyo el que seamos agradecidos; y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu gloria, nos aprovechan para nuestra salvación. Por Cristo nuestro Señor.
Por eso, unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Señor, en ti está la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz.
Oración después de la Comunión
Oremos:
A quienes has alimentado con tus sacramentos, concédeles, Dios todopoderoso, servirte con una vida que te sea agradable.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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