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viernes, 25 de noviembre de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo I Semana de Adviento. Ciclo B 27 de Noviembre, 2011

Ordinario de la Misa: Domingo I Semana de Adviento. Ciclo B 27 de Noviembre, 2011
Primer Domingo de Adviento
A ti, Señor, levanto mi alma
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos
Antífona de Entrada
A ti, Señor levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado. Que no se burlen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti, no quedan defraudados.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (63, 16-17. 19; 64, 2-7)
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia.
Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos.
Estabas airado porque nosotros pecábamos y te eramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.
Nadie invocaba tu nombre nadie se levantaba para refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestra culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 79
Señor, muéstranos tu favor
y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor, muéstranos tu favor
y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
Señor, muéstranos tu favor
y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
Señor, muéstranos tu favor
y sálvanos.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 3-9)
Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (13, 33-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo.
Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El Adviento es tiempo de esperanza, pero de esperanza responsable y vigilante. Para el antiguo Israel la espera del Mesías significó una larga preparación, no siempre fiel, para sentir la necesidad de un Redentor, que fuera revelación plena y personal del amor de Dios. Para nosotros en la Iglesia, el Adviento significa la responsabilidad y la fidelidad ante el que ha venido como Redentor, pero que volverá un día para coronar en nosotros su obra de salvación en la eternidad.
–Isaías 63,16-17–64,1.3-8: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! La salvación se hace posible para los hombres en la medida en que éstos viven su fidelidad humilde ante Dios, que se nos ha revelado como Padre y nos ama con amor redentor. La comunidad cristiana, cada alma, se encuentra lejana de Dios. Es momento de revisar la vida para descubrir los mil caminos a través de los cuales ha traicionado su fe cristiana. Es tiempo de autocrítica y de autoconfesión. Todos tenemos necesidad de un nuevo retorno a Dios, que nos conduzca a las exigencias radicales del Evangelio, para que seamos un signo de salvación en medio de un mundo que naufraga lejos de Dios.
–El Salmo 79 nos mueve a pedir al Señor que nos restaure, que brille su rostro y nos salve. ¡Ven a salvarnos, Señor! ¡Vuélvete hacia nosotros! ¡Ven a visitar tu viña! ¡Que tu mano nos proteja para que no nos alejemos de Ti! ¡Que con todo el fervor de nuestra alma invoquemos tu nombre!
–1 Corintios 1,3-9: Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Nuestro destino y nuestra salvación eterna nos imponen a diario la responsabilidad vigilante de aguardar el retorno definitivo de Cristo. «Ya sí, pero todavía no». Estar en Cristo Jesús, con todo lo que ello comporta: perdón de los pecados, regeneración, etc., es algo ya operante en el cristiano que ha sido lavado en el bautismo.
Pero aún no hemos llegado a la plenitud. De ahí una tensión. Cuando esa tensión falta nos encontramos con un cristianismo sin esperanza, privado del futuro de Dios, de su completa salvación. No podemos atarnos a mesianismos terrenos, vagamente humanitarios. Solo Cristo nos ofrece la salvación verdadera. En la comunión con él está nuestra felicidad. La espera de la fiesta de Navidad nos presenta una oportunidad valiosa para crecer por la gracia en estas actitudes.
–Marcos 13,33-37: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa. Mientras se realiza el retorno de Cristo, toda la vida del creyente ha de dignificarse en la fidelidad y constante vigilancia. El auténtico cristiano es el hombre que vive diariamente el Evangelio, en alerta permanente ante la eternidad, con amor de intimidad a Cristo. El modo como vive el hombre demuestra si se ama a sí mismo o si ama a Dios, que lo ha creado y redimido con destino a la eternidad. Esto supone una aceptación incondicional de Dios como Ser supremo y Creador de todo. Supone fe y actuar en un mundo que muchas veces le es contrario por los males físicos, sociales y morales.
No puede, pues, adormecerse el cristiano. Ha de vigilar constantemente. Nuestro Adviento ha de ser perpetuo. Exige un alerta continua, condicionante de toda nuestra vida en el tiempo. Requiere que siempre el alma esté esperando ansiosa y responsablemente a Cristo, reformador de nuestras miserias.

Para la revisión de vida
Adviento = Advenimiento = Esperanza:
¿Se puede decir que mi vida espera algún Advenimiento (con mayúscula)?
¿Es mi vida una vida de esperanza, de tensión, de búsqueda, de utopía, de proyecto histórico? ¿Camino hacia algún sitio, con algún norte? ¿Cuál? Auscultar realmente mi esperanza y hacer el ejercicio tal vez de expresarla por escrito para mí mismo/a.
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Mientras aguardamos la venida de Cristo al final de la historia, oremos a Dios nuestro Padre para que nos ayude a esperarlo en vela, y para que sepamos reconocerlo en sus continuas venidas a nuestras vidas. Digamos:
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que la Iglesia, en cada uno de sus miembros, practicando la justicia, invocando el nombre de Dios y andando los caminos del Evangelio reconozca a Dios como Padre y acoja a su Hijo, el Emmanuel, que viene a su encuentro en cada hombre necesitado. Oremos con confianza.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que el Mesías esperado restaure la paz entre los pueblos, haga brillar su luz sobre los que viven en el error, y dé fortaleza a los que son perseguidos a causa de la justicia. Oremos con
compasión.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que todos los cristianos esperemos la llegada de Dios que viene a salvarnos, construyendo sin egoísmo ni superficialidad la civilización del amor.
Oremos con alegría.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que el testimonio de solidaridad de los cristianos con cuantos son víctimas de la droga, la prostitución y todo tipo de esclavitud, los haga descubrir con su cercanía, la voz de Jesús que los invita a vivir una vida nueva.
Oremos con ilusión.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que cuantos han muerto esperando la llegada del Maestro, disfruten con Él de su Buena Nueva eternamente.
Oremos con esperanza.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.
Para que, celebrando nuestra fe, vivamos en constante acción de gracias a nuestro Dios que nos salva y que camina en medio de su pueblo.
Oremos con amor y gratitud.
Padre, danos a tu Hijo
y escúchanos.

Celebrante:
Padre infinitamente bueno, que conoces nuestros deseos de ver tu rostro y penetras nuestras mentes y corazones, danos lo que Tú sabes que nos conviene, y haz que tu paz y tu gracia nos mantengan firmes en la esperanza y solícitos en la caridad, mientras aguardamos la llegada definitiva de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estas ofrendas que hemos tomado de tus mismos dones, y concédenos que esta Eucaristía que estamos celebrando, nos alcance la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento I
Las dos venidas de Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
El cual, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación, para que cuando venga de nuevo, en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
El Señor nos mostrará su misericordia y nuestra tierra producirá su fruto.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Por nuestra participación en esta Eucaristía, enséñanos, Señor, a no poner nuestro corazón en las cosas pasajeras, sino en los bienes eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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