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viernes, 4 de noviembre de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de Noviembre, 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06 de Noviembre, 2011
Trigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Señor, mi alma tiene sed de ti
Que llegue hasta ti mi súplica, Señor
Antífona de Entrada
Que llegue hasta ti mi súplica, Señor, y encuentren acogida mis plegarias.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a dejar en tus manos paternales todas nuestras preocupaciones, a fin de que podamos entregarnos con mayor libertad a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro de la
Sabiduría (6, 12-16)
Radiante e incorruptible es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga por ella no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta. Darle la primacía en los pensamientos es prudencia consumada; quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones.
A los que son dignos de ella, ella misma sale a buscarlos por los caminos; se les aparece benévola y colabora con ellos en todos sus proyectos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 62
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios.
Señor, mi alma tiene sed de ti.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
tesalonicenses (4, 13-18)
Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.
Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron.
Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo.
Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.
Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (25, 1-13)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras.
Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó un grito:
‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’
Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras:
‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron:
‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’.
Pero él les respondió:
‘Yo les aseguro que no las conozco’.
Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.
La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta las maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).
Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús... teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»...
El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas.
La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.
La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. "ustedes velen, porque no saben el día ni la hora". No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.
Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.
Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?
Para la revisión de vida
Mi vida: ¿es una vida de futuro, de esperanza...?
¿Pienso en el futuro decisivo?
¿Me lo planteo suficientemente, a pesar de su misteriosidad?

¿Está nuestra vida demasiado absorbida por los detalles pequeños y diarios, sin previsión de futuro, sin la prudencia de poner en el centro la búsqueda de la Utopía del Reino?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos, hermanos, al Señor y pidámosle que manifieste su poder en cuanto con fe le pedimos, en nombre de toda la Iglesia. Digámosle juntos:
Te lo pedimos, Señor.
Concede a los cristianos buscar la sabiduría y descubrir tu amor hecho Eucaristía y vida
en todos los hombres.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Mira con amor a tu Iglesia, purifícala de sus faltas, y haz que viva en fidelidad a Cristo su Esposo.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Enciende en los corazones deseos de fraternidad, diálogo y ayuda solidaria.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Ayuda a los que llamas, para que, velando y orando, descubran tu voluntad.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Admite a los difuntos en el Reino donde Tú habitas.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Aviva el fuego del amor en nuestros corazones para que vivamos atentos a las necesidades de nuestros hermanos.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.

Celebrante:
Señor y Dios nuestro, que nos das a beber de la sabiduría de tu amor y nos invitas al banquete de bodas de tu Hijo; escucha las oraciones de tus fieles y permítenos asociarnos a la asamblea de los santos para cantar tus alabanzas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Mira, Señor, con bondad los dones que te presentamos, a fin de que el sacramento de la muerte y resurrección de tu Hijo, nos alcance de ti la vida
verdadera.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio Dominical II
El misterio de la salvación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen; sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte y, resucitando, nos dio vida eterna.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas para reparar mis fuerzas.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y te rogamos que la fuerza del Espíritu Santo, que nos has comunicado en este sacramento, permanezca en nosotros y transforme
toda nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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