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jueves, 5 de enero de 2012

Evangelio del Viernes II Semana de Navidad. Ciclo B. 06 de Enero, 2012

Evangelio del Viernes II Semana de Navidad. Ciclo B. 06 de Enero, 2012

Para los lugares donde se Celebra la Solemnidad de la Epifanía el Domingo, 8 de enero, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 7-11)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo:
“Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él.
Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
La fiesta de la Epifanía da relieve a la importancia que tuvo la evangelización de los extranjeros desde el comienzo de la misión de Jesús. Aunque la misión de Jesús en el evangelio de Mateo se concentra en las «ovejas perdidas de Israel», no le faltaron gestos de atención hacia las personas de otras creencias que buscaban el bien y la verdad. El evangelista contrasta la actitud agresiva de Herodes con la actitud confiada y sincera de los Sabios de Oriente, llamados habitualmente «Reyes Magos». Desde el comienzo de este evangelio se contrapone la actitud de apertura y de receptividad de los extranjeros, frente a la actitud de cerrazón y rechazo por parte de las autoridades del propio pueblo. La alegría de la salvación es una constante entre los extranjeros que se enteran de la Buena Noticia, ya sea por su escrutinio del firmamento o porque escuchan hablar de Jesús.
Debemos preguntarnos si nosotros somos como la estrella que conduce a estos sabios desde sus lejanas tierras hasta el encuentro con Jesús o asumimos la actitud desconfiada y amenazante de Herodes. ¿Leemos las Escrituras en busca de alegría y esperanza o nos dejamos embargar por nuestros temores?

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