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miércoles, 4 de enero de 2012

Ordinario de la Misa: Jueves Antes de la Epifanía. Ciclo B. 05 de Enero, 2012

Ordinario de la Misa: Jueves Antes de la Epifanía. Ciclo B. 05 de Enero, 2012
Alaben a Dios, todos los hombres
Feria del Tiempo de Navidad
Sirvamos al Señor con alegría
Antífona de Entrada
En el principio y antes de todos los siglos, el que es la Palabra era Dios, el mismo que luego se dignó nacer como salvador del mundo.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que iniciaste admirablemente la obra de la redención con el nacimiento de tu Hijo, fortalece en nosotros la fe, para que siguiendo sus enseñanzas, podamos alcanzar la prometida recompensa de la gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan (3, 11-21)
Hermanos:
Este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio:
que nos amemos los unos a los otros, no como Caín, que era del demonio, y por eso mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus propias obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas.
No se sorprendan, hermanos, de que el mundo los odie. Nosotros estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos.
El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida y bien saben ustedes que ningún homicida tiene la vida eterna.
Conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos.
Si alguno, teniendo con qué vivir, ve a su hermano pasar necesidad, y sin embargo, no lo ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él? Hijos míos, no amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras.
En esto conoceremos que somos de la verdad, y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 99
Alabemos a Dios,
todos los hombres.
Alabemos a Dios, todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.
Alabemos a Dios,
todos los hombres.
Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.
Alabemos a Dios,
todos los hombres.
Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo.
Alabemos a Dios,
todos los hombres.
Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.
Alabemos a Dios,
todos los hombres.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan, naciones, y adoren al Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 43-51)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.
Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”.
Natanael replicó:
“¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?”
Felipe le contestó:
“Ven y lo verás”.
Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el
que no hay doblez”.
Natanael le preguntó:
“¿De dónde me conoces?”
Jesús le respondió:
“Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”.
Respondió Natanael:
“Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”.
Después añadió:
“Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
La vida cristiana intenta superar las vivencias inmediatas para experimentar en profundidad la ‘esperanza’. Nuestras expectativas nos llevan a buscar algo ‘más allá’, que nos ayude a colocar en perspectiva los conflictos del ‘más acá’. Los primeros cristianos comprendieron la misión de Jesús por las esperanzas que en ellos habían sembrado la Ley y los Profetas. Tanto nosotros como ellos descubrimos a Jesús gracias a nuestras propias esperanzas. Son nuestras búsquedas, expectativas, utopías y anhelos, los que nos permiten trascender el estrecho marco de la vida cotidiana y nos hacen descubrir que es Dios mismo quien nos sale al encuentro en la persona de Jesús. Dios no anula nuestras búsquedas, pero sí las coloca “en la perspectiva” de un más allá que trasciende la inmediatez del presente y nos abre a un futuro de una humanidad reconciliada en el ‘cordero’. Hay personas, como Jesús, que renuncian a toda violencia y ponen su vida al servicio de una causa mayor: ‘la vida en abundancia’ (Jn 10, 10). Como Natanael podemos preguntarle a Jesús: ¿de qué me conoces? Y él seguramente nos responderá que nos ve cada día bajo la higuera de nuestras contrariedades, ansiedades y búsquedas. Igual que a Natanael, nos invita a “ver cosas todavía mayores”.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, las ofrendas, que te presentamos para esta Eucaristía, en la que se realiza un glorioso intercambio, a fin de que, al ofrecerte tus propios dones, podamos recibirte a ti mismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Navidad III
Intercambio efectuado en la
Encarnación del Verbo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Por Él, hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva, ya que al asumir tu Hijo nuestra fragilidad humana, no sólo quedó nuestra carne mortal honrada para siempre, sino que, por esta unión admirable, nos hizo también partícipes de su eternidad.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que la gracia de estos sacramentos fortalezca cada día más nuestra vida cristiana.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amen.

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