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viernes, 6 de enero de 2012

HOMILIAS: SOLEMNIDD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. 08 DE ENERO, 2012

HOMILIAS: SOLEMNIDD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. 08 DE ENERO, 2012
1.- EL SIERVO ELEGIDO PARA LIBERAR
Por José María Martín OSA
1.- Mi elegido, a quien prefiero. En la primera lectura tenemos ante nosotros uno de los "cantos del siervo de Yahveh" del profeta Isaías. Se describe en él la figura del discípulo verdadero de Yahveh, que ha sido elegido para enseñar "el derecho" a las naciones, que ha sido fortalecido para aguantarlo todo con tal de cumplir su misión y que, después de expiar con su dolor los pecados del pueblo, será glorificado por Dios. La Iglesia ha visto en estos cantos la descripción profética de Jesús. Dios elige al Siervo porque quiere, porque se complace en él. Dios elige a su Siervo y lo presenta después a todo el mundo. Esto es lo que ocurre en el evangelio de hoy: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. Un padre debe decir a su hijo que le quiere. El Padre proclama a Jesús su «Hijo predilecto» y le manifiesta toda su complacencia enviando sobre él el Espíritu Santo, que es su mismo amor personificado. Un padre de la tierra no debe tener reparo de imitar a Dios Padre y decir al propio hijo o hija: “¡Tú eres mi hijo amado! ¡Tú eres mi hija amada! ¡Estoy orgulloso de ti, de ser tu padre!”. Si sale del corazón en el momento adecuado, esta palabra hace milagros, da alas al corazón del chaval o de la joven. Y para el padre es como generar una segunda vez, más conscientemente, al propio hijo.
2.- La misión del siervo de Yahveh es sentenciar justicia y llevar el derecho a las naciones. El Siervo de Yahveh actuará en silencio, sin el ruido y la pompa de los conquistadores de este mundo. El siervo no pronuncia grandes discursos ni palabras altisonantes: "No grita, ni clama, ni vocea por las calles". Promueve fielmente el derecho, que no es precisamente como el del mundo; su lenguaje son los hechos. Aunque el Siervo de Yahveh es también una caña cascada, no se quebrará ni vacilarán sus rodillas hasta implantar la justicia. El será la fortaleza de todos los oprimidos. Como otro Moisés será mediador en la nueva alianza entre Dios y su pueblo. Como "luz de las naciones" llevará a todas partes el conocimiento de Dios. Su misión es universal. Por fin, se subraya el carácter liberador del Siervo de Yahveh.
3.- Jesús se solidariza con nosotros. Llegado Jesús al Jordán, se mezcla entre tantos hombres que piden el bautismo mientras expresan el dolor por sus pecados. Jesús no conoce el pecado y no necesita ningún bautismo de penitencia, pero quiere participar de la suerte de sus hermanos pecadores. Precisamente para arrancar de ellos la culpa que los mancha, se solidariza con todos, y se pone a disposición del Padre, que le va a exigir el sacrificio de su vida. El cielo se abre, como signo de la posibilidad de comunicación entre lo humano y la divinidad; el Espíritu desciende como una paloma, y se escucha la voz del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido”. Jesús sale de dudas sobre su persona y su misión cuando deja las aguas del río A partir de ahora, empieza el cumplimiento de la misión de Jesús, con el anuncio del Reino de Dios que se instala en el mundo. Jesús cumple las palabras del profeta Isaías: está preparado para abrir los ojos al ciego, sacar a los cautivos de la misión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas. Su destino será ser luz de las naciones. Y recordamos esto el día en que abandonamos ese tiempo lleno de lucecitas, que es la Navidad, y nos adentramos en ese otro con menos encanto –Tiempo Ordinario, lo llama la liturgia--, de la cuesta de enero, las rebajas y las rutinas del trabajo.
4- Recordemos el compromiso de nuestro Bautismo. Nosotros ahora, aprendida la lección de Juan, queremos practicar todo eso para que el nuestro Bautismo sea algo vivo, y no un recuerdo muerto. En él se nos dio el Espíritu Santo, y Dios Padre nos ve tan bellos que sigue gritando sobre cada uno de nosotros, igual que cuando salimos de la pila bautismal: ¡Este hijo mío, esta hija mía que me encantan!.. Porque el prodigio que se obró sobre Jesús al salir del agua, se renueva continuamente en la Iglesia con cada candidato que nos bautizamos. ¿Qué espera Dios después? Ha dicho de nosotros, como de Jesús, que le encantamos, que somos su delicia. ¿Qué nos pide a cambio? Únicamente que nos mantengamos en esa vida divina que Él nos infundió, ¡que vivamos nuestro Bautismo!... Y lo vivimos con la fe, la oración, la esperanza, el amor hacia todo el que nos necesita y la justicia en nuestro actuar y en nuestro compromiso en la construcción de un mundo mejor. Sobre cada uno de nosotros ha bajado el Espíritu Santo y gozamos de la vida que el Padre da a los creyentes por medio de Jesús, el Redentor del hombre. Esta riqueza tan grande de dones nos exige una única tarea, que el apóstol Pedro no se cansa de indicar a los primeros cristianos, recordando que Jesús “pasó haciendo el bien”: construir la civilización del amor.
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2.- HIJOS AMADOS Y PREFERIDOS DE DIOS
Por Pedro Juan Díaz
1.- Recién terminadas las fiestas del nacimiento de Jesús, celebramos su bautismo. Jesús se acerca al río Jordán para ser bautizado por Juan. Se pone en la cola. Y cuando le llega el momento, ocurre algo maravilloso, algo que Juan y Jesús experimentaron: “vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo. Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.
2.- Aquel hombre al que Juan estaba bautizando no era un hombre normal, era el Hijo amado y preferido de Dios. Ahí estaba el que tenía que venir al mundo, del que Juan decía: “detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”.
3.- Posteriormente, la Iglesia primitiva instauró el Bautismo como el sacramento de entrada y de incorporación a la comunidad cristiana. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, el Bautismo nos hace formar parte de él. Es más, nos hace ser “otros cristos”, nos convierte en los hijos amados y preferidos de Dios. Así es Dios, él tiene la capacidad de tratarnos a cada uno en particular, porque nos conoce a todos personalmente, por nuestro nombre, porque somos sus hijos, porque a eso se comprometió el día de nuestro bautismo. ¿Y nosotros, a qué nos comprometimos con él?
4.- Para responder a esta pregunta, podemos acudir a la lectura del profeta Isaías, y hacer una lectura meditada aplicándola al bautismo y a cada uno de nosotros, bautizados. Comenzaremos por reconocer que el Bautismo nos hace “elegidos de Dios”, sus “preferidos”. Así lo dice el profeta: “Mirad a mi elegido, al que sostengo, al que prefiero…”. La fe del Bautismo nos hace fuertes para la vida, porque la fe que recibimos ahí es para vivirla en la vida de cada día.
5.- El bautismo nos da el Espíritu Santo, la fortaleza que necesitamos los cristianos para dar testimonio con nuestra vida allá donde estemos. Un testimonio de verdad, justicia, amor, generosidad, entrega, servicio. “Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”. El bautizado se convierte en un Testigo del amor de Dios Padre por todos sus hijos e hijas. Ese testimonio se nos pedirá, en ocasiones, manifestarlo públicamente. Pero el bautizado da un testimonio cada día con su estilo de vida, en lo cotidiano, en el trabajo, en la familia con los amigos, de una manera callada, sencilla, servicial, natural, escondida. “No gritará, no clamará, no voceará por las calles”, dice el profeta.
6.- Y continúa diciendo: “La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará”. El bautizado, al igual que se siente querido y elegido por Dios, hace también sentirse elegidos y privilegiados a los que le rodean, aunque sean unos “calamidades”. Es también un envío especial a los más desfavorecidos, a los que la vida les ha “cascado” y están a punto de romperse, a los que están “vacilando”, dudando, titubeando en su vida o en su fe. A ellos nos envía el Señor con la fuerza del Espíritu Santo.
7.- El bautismo nos hace fuertes, nos ayuda a vivir la vida con energía, con pasión por nuestro mundo, con entrega, con alegría. El bautizado, con la fuerza del Espíritu, “no vacilará ni se quebrará”. Cristo nos envía al mundo para ser sal y luz, levadura en la masa.
8.- “Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones”. El Señor nos lleva de la mano, nos acompaña siempre, nos pensó desde que estábamos en el seno materno, nos encomienda la tarea de ser “alianza” y “luz”. “Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas”. Un cristiano tiene mucho que hacer en este mundo nuestro, porque hay mucho “ciego”, “cautivo”, y “en tinieblas”. Todo esto lo vivió Cristo en su vida. El profeta está hablando de Él. El que se bautiza se hace otro Cristo para asumir también está tarea en medio del mundo. Hoy es un buen día para revisar y actualizar esa fe que recibimos en nuestro bautismo, y también como la estamos compartiendo con los más pequeños.
9.- En cada Eucaristía renovamos nuestra fe y nuestro compromiso con Jesús para seguir siendo esos hijos amados, que no se esconden, sino que están orgullosos de tener un Padre como Dios. Hagámoslo hoy de manera especial, recordando nuestro propio bautismo y renovando las promesas que nuestros padres y padrinos hicieron por nosotros aquel día.
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3.- LA FILIACIÓN DIVINA DE LOS BAUTIZADOS
Por Antonio García Moreno
1.- DIOS SABE ESPERAR.- La caña cascada ya no sirve para nada, le falta consistencia. Mejor es tirarla, terminar de quebrarla, hacerla astillas para el fuego. Y el pabilo vacilante da poca luz, apenas si alumbra. También dan ganas de apagarlo de una vez y encender otra luz más fuerte y segura. Así piensan los hombres. Tienen poca paciencia los unos con los otros. Se aguantan con dificultad, se echan en cara sus defectos, prescinden rápidamente de los que estorban, eliminan a los que no rinden. Dios no, Dios sabe esperar, tiene una gran paciencia. Y al débil le anima para que siga caminando, al que está triste le infunde la esperanza de una eterna alegría, y al que lucha y se afana inútilmente le promete una victoria final, una victoria definitiva.
El Señor, además de tener paciencia, sigue promoviendo el derecho sobre la tierra, despertando en los hombres la inquietud por una justicia auténtica. Su voz continúa resonando en las conciencias, reclamando el derecho de los oprimidos. La Iglesia se hace eco de la enseñanza de Jesús, es el signo sensible de su persona, su voz clara y valiente. Lo dijo Él: Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien a vosotros escucha, a mí me escucha.
Señor, da fortaleza a tu Iglesia para que siga levantando la voz en defensa de la justicia, para que siga recordando a los hombres el mensaje de amor que tú has traído a la tierra. Y concede a cada uno de nosotros una sensibilidad exquisita para todo lo que sea justo, una fidelidad heroica a las leyes divinas, a las normas del Evangelio, al Derecho de la Iglesia. Hacer justicia sin vacilaciones, vivir el Derecho, eclesiástico o civil, sin quebrantos ni claudicación alguna.
2.- BAUTISMO DE CRISTO.- Después de treinta años de vida oculta, ignorado de todos en una de las más recónditas y olvidadas aldeas de Palestina, Jesús desciende hacia el Jordán para iniciar su ministerio público. Hasta entonces su enseñanza había sido sin palabras, aunque desde luego una enseñanza muy elocuente e importante. En ese tiempo, en efecto, nos hizo comprender el valor de una vida sencilla, de una existencia ordinaria vivida en sus mil pequeñas cosas con un grande y profundo amor, que sabe dar relieve y altura a lo más corriente. Lección fundamental para la inmensa mayoría de los hombres, cuya existencia también transcurre, día tras día, en un entramado de pequeños deberes. Un ejemplo que nos lleva a dar valor a lo más pequeño y ordinario, que al vivirlo con amor y esmero en hacerlo bien, puede alcanzar la bendición y la sonrisa de Dios.
Cuando Jesús llegó al Jordán para bautizarse, el Bautista se resistió a hacerlo. No entiende cómo ha de bautizar a quien está tan por encima de él. Tampoco comprende de qué se habría de purificar quien era la pureza misma. Pero el Señor vence su resistencia pues así lo disponían los planes del Padre. Ante todo para enseñarnos la primera lección que ha de aprender quien quiera entrar en el Reino de los cielos, la lección de la humildad. Luego lo repetirá de muchas formas y en repetidas ocasiones. Nos enseña, en efecto, que es preciso hacerse como niños y que quien se humilla será exaltado, o que quien quiera ser el primero que sea el último. También alabará la humildad de la mujer cananea, o el valor de la pequeña limosna que echó una pobre viuda en el gazofilacio del Templo. También se alegrará y alabará al Padre porque ha ocultado los misterios más altos a los sabios y a los orgullosos, y se los ha revelado a los sencillos y pequeños. También nos dirá que aprendamos de Él, que es manso y humilde de corazón.
Por otra parte, se bautiza porque ha venido a cargar con los pecados de la Humanidad y redimir así al hombre de la servidumbre a que estaba sometido desde la caída de Adán. Jesús, como vaticinó el profeta Isaías, es el Cordero de Dios que carga con los pecados del mundo para expiarlos con su mismo sacrificio. Así pues, en su Bautismo comienza el Señor su misión redentora, inaugura una nueva era al dar a las aguas el poder de purificar a cuantos creyendo en Él se bautizarían, una vez consumada la redención en la cruz.
El Bautismo de Cristo, recordado en el rosario como primer misterio de los luminosos, es un modelo de lo que es el nuestro. También nosotros adquirimos la filiación divina al ser bautizados, pues además de ser purificados del pecado original, hemos sido objeto del amor del Padre, hemos recibido al Espíritu Santo que ha morado, y mora si estamos en gracia de Dios, en nuestro cuerpo y en nuestra alma como en su propio templo.

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