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viernes, 16 de marzo de 2012

Evangelio del Sábado III Semana de Cuaresma. Ciclo B. 17 de Marzo, 2012

Evangelio del Sábado III Semana de Cuaresma. Ciclo B. 17 de Marzo, 2012 † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’. Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: La persona humana tiende a justificarse y auto-elogiarse. Este es el sentido de esta parábola, en la que la actitud prepotente y autosuficiente del fariseo contrasta con la actitud humilde y arrepentida del publicano. Los fariseos se consideraban personas sumamente religiosas, mientras que los publicanos -como recaudadores de impuestos- eran considerados pecadores e impuros; eran odiados y rechazados por la gente del común. El hecho de comprar los derechos para cobrar impuestos y luego colocar cargas arancelarias sumamente pesadas sobre la gente los hacía doblemente despreciables. Jesús no justifica la injusticia y la codicia del publicano de ninguna manera, sino que hace ver la actitud de arrepentimiento y el deseo de conversión que muestra el publicano. Éste sólo se limita a reconocer su pequeñez y su miseria delante de Dios; mientras el fariseo, embelesado en su prepotencia y soberbia religiosa, no es capaz de reconocer su realidad también pecadora. – Puede ser que estos dos modos de vida se den cita en nosotros: a veces nos creemos superiores a los demás. Pensamos que ya tenemos ganada la salvación porque practicamos ritos y cumplimos normas. Tal vez la actitud del publicano nos enseñe la humildad y la necesidad de la gracia de Dios para poder vivir la fidelidad al evangelio.

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