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viernes, 16 de marzo de 2012

Ordinario de la Misa: Sábado III Semana de Cuaresma. Ciclo B. 17 de Marzo, 2012

Ordinario de la Misa: Sábado III Semana de Cuaresma. Ciclo B. 17 de Marzo, 2012 Bendice, alma mía, al Señor Feria de la 3a. semana de Cuaresma Señor, ten piedad de mí porque soy un pecador Antífona de Entrada Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios: El perdona todas tus culpas. Oración Colecta Oremos: Concédenos, Señor, que celebrando con alegría esta Cuaresma, de tal modo penetremos el significado del misterio pascual, que obtengamos la plenitud de sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén. Primera Lectura Lectura del libro del profeta Oseas (6, 1-6) Esto dice el Señor: “En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: ‘Vengan, volvámonos al Señor; él nos ha desgarrado y él nos curará; él nos ha herido y él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra’. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Salmo Responsorial Salmo 50 Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor. Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito,tú nunca lo desprecias. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor. Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor. Aclamación antes del Evangelio Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No endurezcan su corazón”. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Evangelio † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’. Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: La persona humana tiende a justificarse y auto-elogiarse. Este es el sentido de esta parábola, en la que la actitud prepotente y autosuficiente del fariseo contrasta con la actitud humilde y arrepentida del publicano. Los fariseos se consideraban personas sumamente religiosas, mientras que los publicanos -como recaudadores de impuestos- eran considerados pecadores e impuros; eran odiados y rechazados por la gente del común. El hecho de comprar los derechos para cobrar impuestos y luego colocar cargas arancelarias sumamente pesadas sobre la gente los hacía doblemente despreciables. Jesús no justifica la injusticia y la codicia del publicano de ninguna manera, sino que hace ver la actitud de arrepentimiento y el deseo de conversión que muestra el publicano. Éste sólo se limita a reconocer su pequeñez y su miseria delante de Dios; mientras el fariseo, embelesado en su prepotencia y soberbia religiosa, no es capaz de reconocer su realidad también pecadora. – Puede ser que estos dos modos de vida se den cita en nosotros: a veces nos creemos superiores a los demás. Pensamos que ya tenemos ganada la salvación porque practicamos ritos y cumplimos normas. Tal vez la actitud del publicano nos enseñe la humildad y la necesidad de la gracia de Dios para poder vivir la fidelidad al evangelio. Oración sobre las Ofrendas Tú que nos purificas con tu gracia para que nos acerquemos dignamente a tu Eucaristía, concédenos, Señor, celebrarla de tal modo, que podamos rendirte una alabanza perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Prefacio de Cuaresma II La penitencia de Espíritu El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque misericordiosamente estableciste este tiempo especial de gracia para que tus hijos busquen de nuevo la pureza del corazón y así, libres de todo afecto desordenado, de tal manera se apliquen a las realidades transitorias, que más bien pongan su corazón en las que duran para siempre. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo… Antífona de la Comunión El publicano, manteniéndose a distancia, se golpeaba el pecho y decía: Señor, ten piedad de mí porque soy un pecador. Oración después de la Comunión Oremos: Dios de misericordia, que no cesas de alimentarnos con tu santa Eucaristía, concédenos venerarla siempre con respeto y recibirla con fe profunda. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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