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miércoles, 25 de abril de 2012

Evangelio del Jueves III Semana de Pascua. Ciclo B. 26 de Abril, 2012

Evangelio del Jueves III Semana de Pascua. Ciclo B. 26 de Abril, 2012 † Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 44-51) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre. Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Comentario: A través de este relato san Juan expresa a la comunidad de creyentes que es Dios mismo quien enseña a la humanidad el camino de la fe, el camino para reconocer a Jesús como el verdadero pan que ha bajado del cielo. Entonces, es importante resaltar la perfecta pedagogía de Dios, con la cual él nos acerca continuamente al alimento que otorga vida plena, por medio de la fe. Ésta consiste en la integración o identificación total con Jesús resucitado, que vive plenamente en cada creyente. Esa integración ocurre cuando el ser humano opta libremente por escuchar, aprender y vivir la Palabra del Padre, cuando la comunidad de creyentes confiesa que Jesús, máximo don de Dios a la humanidad, es el verdadero alimento que libra de la muerte, es decir, que libera a la persona de todo tipo de egoísmo y lo capacita para abrir su mente y su corazón a la vida en comunidad, donde el pan eucarístico es la expresión culmen de esa apertura. – Los creyentes en el Dios de la vida debemos ser “expertos” en compartir con amor nuestra vida con los que más sufren en la sociedad, ya que ésa es la mejor manera de enseñarle al mundo el misterio de la fe. Fuente: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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