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jueves, 26 de abril de 2012
Ordinario de la Misa: Viernes III Semana de Pascua. Ciclo B. 27 de Abril, 2012
Ordinario de la Misa: Viernes III Semana de Pascua. Ciclo B. 27 de Abril, 2012
Que aclamen al Señor todos los pueblos
Feria de Pascua: viernes de la 3a. semana
El que come de este pan vivirá para siempre
Antífona de Entrada
Digno es el Cordero que fue sacrificado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso, que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, haz que resucitemos a una vida nueva por medio de tu Espíritu de amor.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de los
Hechos de los Apóstoles
(9, 1-20)
En aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del Señor, fue a ver al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de Damasco, cartas que lo autorizaran para traer presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y mujeres que seguían la nueva doctrina.
Pero sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo envolvió de repente con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que le decía:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres, Señor?” La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate. Entra en la ciudad y ahí se te dirá lo que tienes que hacer”.
Los hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de asombro, pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no podía ver. Lo llevaron de la mano hasta Damasco y ahí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo que se llamaba Ananías, a quien se le apareció el Señor y le dijo: “Ananías”. El respondió: “Aquí estoy, Señor”.
El Señor le dijo:
“Ve a la calle principal y busca en casa de Judas a un hombre de Tarso, llamado Saulo, que está orando”.Saulo tuvo también la visión de un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que recobrara la vista.
Ananías contestó:
“Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus fieles en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para poner presos a todos los que invocan tu nombre”. Pero el Señor le dijo:
“No importa. Tú ve allá, porque yo lo he escogido como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa”.
Ananías fue allá, entró en la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: “Saulo, hermano, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me envía para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”.
Al instante, algo como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la vista. Se levantó y lo bautizaron. Luego comió y recuperó las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos en Damasco y se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 116
Que aclamen al Señor
todos los pueblos. Aleluya.
Que alaben al Señor, todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos.
Que aclamen al Señor
todos los pueblos. Aleluya.
Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.
Que aclamen al Señor
todos los pueblos. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (6, 52-59)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí:
“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo:
“Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.
Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
El texto que leemos este día es muy claro: Jesús entrega su carne y su sangre por la vida del mundo. Cuando Juan habla de “carne” se está refiriendo sencillamente al “hombre”, al ser humano real y concreto que se encuentra inmerso en la historia, al ser humano en toda su fragilidad. Ser “carne” es vivir como hombre, sentir como hombre; es tener un cuerpo mediante el cual es posible expresarse. Jesús entonces es carne, es un ser humano, es un hombre real que se entrega totalmente por nosotros, porque comprende su existencia orientada no para sí mismo, sino para los otros. Por lo tanto, cuando Jesús afirma que es necesario “comer” su carne y “beber” su sangre para tener vida eterna, está diciendo que es fundamental identificarnos, unirnos profundamente a él, ya que él nos comunica la vida y, al unirnos a él, aprendemos a actuar como él. – Todo lo anterior nos lleva a reflexionar sobre nuestra participación en el sacramento de la Eucaristía, pues dicho sacramento significa entregar nuestras vidas por una sola causa: ser “carne” para la vida del mundo. Cuando comulgamos, ¿somos conscientes del compromiso que se desprende de la participación en la mesa eucarística?
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estos dones que hemos preparado para el sacrificio eucarístico, y transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Pascua II
La nueva vida en Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra pascua, fue inmolado.
Por él, los hijos de la luz nacen a la vida eterna, y las puertas de los cielos han vuelto a abrirse para los que creen en él, ya que en su muerte murió nuestra muerte y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin
cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Cristo, que murió en la cruz, ha resucitado ya y nos ha redimido.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te suplicamos, Señor, que esta Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya y en la cual hemos participado, nos una cada vez más con el vínculo de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Fuente: www.liturgiadelashoras.com; www.servicioskoinonia.org
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