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viernes, 23 de noviembre de 2012
Evangelio XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Sábado, 24 de noviembre, 2012.
Evangelio XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Sábado, 24 de noviembre, 2012.
Santo del día: San Andrés Dung-Lac, presbítero, y compañeros, mártires
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (20, 27-40)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron:
“Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano.
Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron
casados con ella?”
Jesús les dijo:
“En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.
Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.
Entonces, unos escribas le dijeron:
“Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
En el itinerario de Jesús, la ciudad de Jerusalén es el escenario de su confrontación final con los representantes del Israel institucional. La tercera escena ocurre en el interior del Templo. El dilema que los saduceos le plantean a Jesús aunque pueda parecer un problema religioso, es en realidad un problema económico. Como bien sabemos, la mujer era uno de las posesiones del varón, bien fuera éste el Padre o el esposo. Y como cualquier otro bien era transferible o abandonable. Después de siete matrimonios legítimos en los que ella cambio de dueño, el problema era saber a quién le pertenecía. Por eso, la respuesta de Jesús coloca el problema en otro ámbito, porque la resurrección representa otro régimen de vida en el que las instituciones antiguas hechas para sujetar y controlar pierden su vigencia y las personas adquieren un nuevo estatus que los iguala en libertad y autonomía al de los ángeles. En la teología del ‘Dios de los vivos’ lo importante no es la legitimación de las ventajas económicas, sino la dignidad y la autonomía de la vida humana, percibida como un valor en sí mismo y no sometido a las veleidades de la conveniencia económica o de los prejuicios sociales y políticos.
Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org
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