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viernes, 23 de noviembre de 2012
Evangelio XXXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo, 25 de Noviembre, 2012.
Evangelio XXXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo, 25 de Noviembre, 2012.
Santoral del día: Jesucristo, Rey del Universo
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (18, 33-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:
“¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús le contestó:
“¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”
Pilato le respondió:
“¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?”
Jesús le contestó:
“Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Pilato le dijo:
“¿Conque tú eres rey?”
Jesús le contestó:
“Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Celebramos la solemnidad de Jesucristo «Rey del Universo». A ese fin hemos leído el pasaje de Daniel en donde uno como hijo de hombre recibe de parte del anciano el poder y la soberanía universal. En contraste con esta imagen de Daniel que fue asumida por el cristianismo como una prefiguración del reinado universal de Cristo, nos presenta el evangelio de Juan el momento del juicio político de Jesús ante Pilato. «Oficialmente» Jesús no se ha proclamado Rey, sin embargo éste es el argumento por el cual sus adversarios quieren que sea condenado. De hecho sus adversarios ya lo han condenado a muerte, sólo que ellos no podían ejecutar la pena capital (Jn 18,31), que era derecho exclusivo de Roma (ius gladii). Por eso la insistencia a Pilato para que él confirme la sentencia que ellos ya habían dictado.
Pilato ya está informado de la situación y por eso pregunta directamente a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús responde con otra pregunta, indaga al interrogador cuál es el origen de esa acusación, que de todo modos en este punto se convierte en aclamación. Pilato no está interesado en establecer ningún tipo de vínculo con Jesús y sin embargo según la forma como el evangelista Juan conduce el hilo del relato, la realeza de Jesús viene proclamada no por los de su nación, sino por los paganos.
Indirectamente Jesús responde de modo afirmativo a la primera pregunta de Pilato, pero hace una aclaración que por supuesto ni Pilato ni sus acusadores pueden entender: «mi reinado», o también «mi realeza no es de este mundo», pero debe entenderse «no es al modo o a la manera de este mundo». Y la aclaración continúa: «si mi realeza fuera al estilo de esta realidad hubiera sido defendido por mi ejercito y no hubiera caído en manos de los judíos».
Pero Pilato quiere una respuesta más clara, un sí o un no, y de nuevo interroga: «¿entonces, tú eres rey?». De nuevo san Juan pone en labios de un pagano la expresión que confirma la realeza de Jesús. Pilato lo ha dicho y así es pero enseguida corrige Jesús la característica de esa realeza: «a eso he venido, no a dominar ni a infundir terror, sino a servir a la verdad».
Así pues, el evangelista deja claro en que consiste la dimensión mesiánica y real de Jesús, no se trata de un rey al estilo de los reinados temporales, sino al estilo que ya se había entrevisto en el Primer Testamento desde la entrega, desde el servicio al proyecto del Padre, que es ante todo la justicia esa es la verdad para Juan, el proyecto del Padre encarnado en Jesús.
Desafortunadamente con el correr del tiempo se tergiversó el contenido de este interrogatorio, especialmente la respuesta de Jesús sobre el origen de su realeza. Algunas corrientes cristológicas, que subsisten hoy, defienden una dimensión «espiritual» del reinado de Jesús. Según eso, «mi reinado no es de este mundo» desconecta a Jesús y su evangelio de todo compromiso con el orden temporal, y con esta realidad concreta que vivimos, y lo transfiere a un mundo «espiritual» o simplemente a aquel «mundo de las ideas» de Platón.
Esa falsa interpretación tiene varios reparos. Por una parte, cuando Juan habla de «mundo», casi siempre lo hace para referirse a esta realidad habitada por seres humanos y en donde se verifican las tendencias más contradictorias, de las cuales, las que le interesan al evangelistas son aquellas que están en oposición al querer y a la voluntad de Dios. En una palabra «mundo» para Juan es una forma sintética de referirse a todo lo que contradice el proyecto divino, y que puede equipararse con lo que él mismo intenta describir también con la expresión «tinieblas» en contraposición a la «luz». En tal sentido, se puede entender «mi reino no es de este mundo», «no es de esos reinos o reinados que se oponen al querer de Dios» y en ese sentido, Jesús ha realizado toda su acción, no ha contradicho en nada la voluntad de su Padre. Si proyectamos el reinado de Jesús a una categoría extramundana, es dejar de reconocer su compromiso y su incidencia en los asuntos del diario vivir durante todo su ministerio público, desde Galilea hasta Jerusalén, si hubiera sido de carácter «espiritual», no se hubiera visto enfrentado a las autoridades Judías, es más, desde una cueva en el desierto hubiera podido decir lo que tenía que decir y punto.
Otra consecuencia que deriva de una falsa interpretación de esa expresión tiene que ver con el cristiano en cuanto tal. Para quienes creen que Jesús y su obra «no son de este mundo», lo más práctico es no inmiscuirse en asuntos temporales, lo mejor es no «meterse en problemas». Desafortunadamente esta corriente cuenta con demasiados adeptos tanto en el campo católico como en el no católico. Mientras cuatro evangelistas, equivale a decir cuatro de las comunidades primitivas (entre muchas que seguro habían) nos legan un testimonio de abierto compromiso de Jesús con la causa de su Padre expresada en los pobres, un par de versículos que reflejan apenas una mínima parte del pensamiento joaneo sobre Jesús, vienen a convertirse en el argumento «definitivo» para sustraer a Jesús de su concreto compromiso político y social con su generación y de su intención de que sus seguidores hicieran lo mismo.
No es necesario ni conveniente subrayar tanto la «realeza» de Jesús si ello implica tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida; hace mucho daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras.
Para la revisión de vida
¿Qué posición tengo yo respecto a las ideologías y tendencias que pretenden manejar la figura de Jesús como si se tratara de un jefe monárquico? ¿En mi predicación o en mi trabajo apostólico refuerzo esa ideología o la ataco? ¿Con base en cuáles pasajes de la Escritura sustento mi posición?
Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org
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