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jueves, 22 de noviembre de 2012
Ordinario de la Misa: XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes 23 de Noviembre, 2012
Ordinario de la Misa: XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. Viernes 23 de Noviembre, 2012
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor
Feria de la 33a. S. T. O. o memoria libre de San Clemento I, Papa y mártir o de san Columbano, abad
Mi alegría es cumplir tus mandamientos
Antífona de Entrada
Señor Dios, tú eres mi auxilio y el único apoyo de mi vida; te ofreceré de corazón un sacrificio y te daré gracias, Señor, porque eres bueno.
Oración Colecta
Oremos:
Míranos, Señor, con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el
cumplimiento de tus mandatos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del
Apocalipsis del apóstol
san Juan (10, 8-11)
Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía:
“Ve a tomar el librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar
y la tierra”.
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. El me dijo:
“Tómalo y cómetelo.
En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas”.
Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas.
Entonces la voz me dijo:
“Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 118
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Más me gozo cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría, ellos son también mis consejeros.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Para mí valen más tus
enseñanzas que miles de
monedas de oro y plata.
¡Qué dulces al paladar
son tus promesas!
Más que la miel en la boca.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Tus preceptos son
mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
Hondamente suspiro,
Señor, por guardar tus
mandamientos.
Mi alegría es cumplir
tus mandamientos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (19, 45-48)
Gloria a ti, Señor.
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y
compraban allí, diciéndoles:
“Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus
palabras.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
En el itinerario de Jesús la ciudad de Jerusalén es el escenario de su confrontación final con los representantes del Israel institucional. En esta segunda escena Jesús entra al templo de Jerusalén, famoso por su colosal tamaño y por el incalculable valor del tesoro que allí se acumulaba. Pero de nuevo, como en la escena anterior, Jesús se encuentra con una enorme perversión, porque en ese recinto sagrado se refugian los que buscan ávidamente el poder económico y lo cubren legalmente con una fachada religiosa. El cambio inequitativo de la moneda imperial por la moneda del Templo era ocasión para que las personas pobres se vieran despojadas de los centavos con los que acudían en peregrinación al Templo. Nuestras sociedades actuales se nutren, al igual que en la época de Jesús, de intercambios inequitativos en los que las naciones pobres pagan precios exorbitantes por tener acceso a algunas cosas básicas como la tecnología o los recursos energéticos. Pero todo se cubre con el manto de la burocracia económica que defiende tales desventajas y las presenta inclusive como la máxima expresión civilizadora. Al igual que Jesús debemos desterrar de nuestros intercambios estas medidas ventajosas, aunque sean legales.
Oración sobre las Ofrendas
Dios nuestro, que con la muerte de tu Hijo llevaste a término y perfección los sacrificios de la antigua alianza, acepta y bendice estos dones, como aceptaste y bendijiste los de Abel, para que lo que cada uno te ofrece, sea de provecho para la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Común IV
La alabanza, don de Dios
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Pues, aunque no necesitas de nuestra alabanza, es don tuyo el que seamos agradecidos; y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu gloria, nos aprovechan para nuestra salvación. Por Cristo nuestro Señor.
Por eso, unidos a los ángeles, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Para perpetuar su amor, el Señor nos ha dejado el memorial de sus prodigios, y ha dado a sus amigos el signo de un banquete que les recuerde para siempre su alianza.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, tú que nos has concedido participar en esta Eucaristía, míranos con bondad y ayúdanos a vencer nuestra fragilidad humana para poder vivir como hijos tuyos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org
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