= Sabado 04 de Diciembre, 2010
Alabemos al Señor, nuestro Dios
Feria de Adviento o memoria libre de san Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia
El Señor es nuestro juez
Antífona de Entrada
Ven, Señor, muéstranos tu rostro y nos salvaremos.
Oración Colecta
Oremos:
Tú que para librarnos del pecado enviaste a este mundo a tu Hijo unigénito, concédenos, Señor, a cuantos esperamos sinceramente su venida, la gracia de tu misericordia y el don de la verdadera libertad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (30, 19-21. 23-26)
Esto dice el Señor Dios de Israel: “Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no volverás a llorar.
El Señor misericordioso, al oír tus gemidos, se apiadará de ti y te responderá, apenas te oiga. Aunque te dé el pan de las adversidades y el agua de la congoja, ya no se esconderá el que te instruye; tus ojos lo verán.
Con tus oídos oirás detrás de ti una voz que te dirá: ‘Este es el camino. Síguelo sin desviarte, ni a la derecha, ni a la izquierda’.
El Señor mandará su lluvia para la semilla que siembres y el pan que producirá la tierra será abundante y sustancioso. Aquel día, tus ganados pastarán en dilatadas praderas. Los bueyes y los burros que trabajan el campo, comerán forraje sabroso, aventado con pala y bieldo.
En todo monte elevado y toda colina alta, habrá arroyos y corrientes de agua el día de la gran matanza, cuando se derrumben las torres. El día en que el Señor vende las heridas de su pueblo y le sane las llagas de sus golpes, la luz de la luna será como la luz del sol; será siete veces mayor, como si fueran siete días en uno”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 146
Alabemos al Señor,
nuestro Dios.
Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor ha reconstruido a Jerusalén y a los dispersos de Israel los ha reunido.
Alabemos al Señor,
nuestro Dios.
El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas, tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.
Alabemos al Señor,
nuestro Dios.
El puede contar el número de estrellas y llama a cada una por su nombre. Grande es nuestro Dios, todo lo puede; su sabiduría no tiene límites.
Alabemos al Señor,
nuestro Dios.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él vendrá a salvarnos.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo
(9, 35—10, 1. 6-8)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos.Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
Este evangelio que leemos hoy introduce el segundo gran discurso que nos presenta Mateo, el discurso apostólico. Nos dice que Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en la sinagoga, proclamando el reino de Dios y sanando enfermos, las tres grandes acciones del Mesías. Se nos hace ver que la proclamación de la Buena Nueva tiene mediadores concretos. Jesús elige a sus doce discípulos y los hace partícipes de su misión: proclamar la Buena Nueva de justicia e igualdad en medio de una sociedad que elimina totalmente a las personas. Tal proclamación tiene una preferencia especial por los enfermos y dolientes, es decir, los excluidos. Jesús les entrega el poder para sanar y los envía al servicio de los demás, ya que seguirle es un compromiso de responsabilidad frente a todo ser humano en situación de opresión y esclavitud. El adviento es tiempo de reflexión y de revisión de vida. Nosotros como cristianos debemos revisar nuestra vida para ver si realmente somos continuadores de la misión de Jesús en el anuncio del Reino, en la creación de unas condiciones dignas de vida. Debemos ser conscientes de que proclamar la Buena Nueva nos exige una entrega día a día por los demás.
Oración sobre las Ofrendas
Te pedimos Señor, que este sacrificio, signo de nuestra total entrega a ti, te sea ofrecido siempre para que realice la intención que tuviste al instituir este sacramento, y lleve a cabo plenamente en nosotros tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento III
Cristo, Señor y juez de la historia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, es nuestro deber cantar en tu honor himnos de bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado. Tú nos has ocultado el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor y juez de la historia, aparecerá, revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva. El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Pronto vendré y traeré conmigo la recompensa, dice el Señor, y daré a cada uno según sus obras.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que esta Eucaristía nos purifique, Señor, de toda mancha y nos prepare así a celebrar dignamente la Navidad ya próxima.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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