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viernes, 22 de julio de 2011

HOMILIAS XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

HOMILIAS XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
1.- EL MAL NO PUEDE CON EL BIEN
Por José María Martín OSA
1.- Dios es clemente y misericordioso. El pasaje del Libro de la Sabiduría forma parte de la reflexión sapiencial sobre los castigos infligidos por Dios a los cananeos. Dios se ha mostrado indulgente y les ha concedido, con un castigo dosificado y gradual, una ocasión para arrepentirse. Dios no actúa con moderación por miedo o debilidad, sino por su gran misericordia, pues Yahvé es el único Dios que juzga de todo y no tiene que dar cuentas a nadie de su proceder, pero quiere demostrarnos que sabe juzgar con justicia. El Salmo 85 recuerda que Dios es clemente y misericordioso. Por eso hemos de acudir a El con confianza, sabiendo que es bueno y tiene compasión de nosotros. Obrando así, Dios enseña que el justo debe ser humano. La justicia deja de serlo cuando no se deja aconsejar por la misericordia. Dios no se precipita en sus castigos y da lugar al arrepentimiento, pues no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
2.- La acción callada del Espíritu. La humanidad va tras la vida, la felicidad, la libertad. Vive un continuo parto, ilusionada con dar a luz una criatura perfecta. Pero su debilidad radical (el egoísmo, el vivir para sí) puede más que su ilusión y por eso su parto es trabajoso y decepcionante. También los cristianos experimentamos la debilidad, es decir, el egoísmo paralizante, que encierra en uno mismo borrando todo horizonte e imposibilitando toda colaboración en la tarea de creación de una nueva criatura. La persona egoísta está además incapacitada para saber pedir. Función del Espíritu, nos dice San Pablo, es ayudar a los cristianos a salir del egoísmo, abriéndoles la perspectiva del nuevo estado de felicidad y libertad, al que ya pertenecen por su condición de hijos. Esta acción del Espíritu es callada y del agrado de Dios Padre.
3.- El Reino de Dios crece a pesar de las dificultades. Jesús cuenta varias parábolas para explicar qué es “el Reino”. Mateo utiliza con frecuencia la expresión "Reino de los cielos". Pero los "cielos" no deben entenderse como el lugar donde sólo Dios reina. Mateo, siguiendo la costumbre de los judíos que evitaban por respeto pronunciar el santo nombre de Dios, lo sustituye con otra palabra, de modo que "reino de los cielos" significa lo mismo que "reino de Dios". Para Jesús, el reinado de Dios es algo que comienza, prosigue y termina alcanzando su plenitud. En la parábola del sembrador se echaba en cara a los fundamentalistas religiosos el ser un continuo contratiempo para la cosecha. En la parábola de la cizaña se les echa en cara el ser precisamente cizaña. Las dos siguientes parábolas, grano de mostaza y levadura, van en la línea de la última parte de la parábola del sembrador: a pesar de los contratiempos hay cosecha. Mientras tanto, hay que tener paciencia, pues con el trigo convive la cizaña.
4.- Seamos tolerantes, como Dios lo es con nosotros. No es lícito a los hombres anticipar el juicio como si ellos estuvieran ya en posesión de la verdad. Debemos ser conscientes, por otra parte, de que la mezcla del trigo y la cizaña no se realiza solamente en el espacio de la comunidad, sino también en cada uno de nosotros. El bien y el mal están muy repartidos. Esto tiene sus consecuencias. Si es verdad que no debemos juzgar a los otros, no lo es menos que cada cual debe cuidar su propio campo y someterlo constantemente a examen y a limpieza con la ayuda de la palabra de Dios. En la medida en que cada uno de nosotros seamos más críticos y responsables con nosotros mismos, seremos más comprensivos con la conducta de los demás. San Agustín en su comentario del evangelio de hoy nos hace una llamada a la tolerancia: “Tranquilizó su indignación y no los dejó en el dolor. A los siervos les parecía cosa grave el que hubiese cizaña entre el trigo, y lo era en verdad. Pero una es la condición del campo y otra la tranquilidad que reina en el granero. Tolera, para eso has nacido. Tolera, pues tal vez eres tolerado tú. Si siempre fuiste bueno, ten misericordia; si alguna vez fuiste malo, no lo olvides. ¿Y quién es siempre bueno? Si Dios te examinara atentamente, más fácilmente descubriría una maldad presente que esa bondad perenne que te atribuyes. Por lo tanto, ha de tolerarse la cizaña en medio del trigo, los machos cabríos en medio de las ovejas”.
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2.- ACTUAR DE MANERA HUMILDE, PERO CON FUERZA
Por Pedro Juan Díaz
1.- Seguimos con las parábolas del capítulo 13 del evangelio de Mateo. En las parábolas de este domingo, dos de ellas continúan con el tema de la siembra y la tercera habla de una mujer que amasa harina con levadura. Jesús es un gran pedagogo y sus enseñanzas van dirigidas a mujeres y a hombres y, por eso, utiliza ejemplos en sus parábolas con las que sus interlocutores se puedan sentir identificados. Las tres comienzan con la misma frase: “El reino de los cielos se parece…” Jesús nos quiere hablar de cómo es este Reino que ya ha comenzado aquí, pero que alcanzará su plenitud en el futuro. Nos propone no hacer juicios precipitados sobre los miembros de la comunidad o de la sociedad en general, de no caer en la tentación de condenar tan alegremente como con frecuencia hacemos: “Al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Ese reino de los cielos también “se asemeja a un grano de mostaza”, primero muy pequeña, pero después se convierte en un gran arbusto, donde “vienen los pájaros a anidar en sus ramas”, donde todos y todas pueden cobijarse, sentirse acogidos. Pero, al mismo tiempo, se parece a la levadura que una mujer amasa con tres medidas de harina (una cantidad equivalente a 40 Kg.); la buena noticia del Reino, aunque parezca casi invisible o insignificante es capaz de transformar el mundo, la sociedad, el corazón de las personas.
2.- Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de trasformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde están las «señales del cielo» de las que hablan los escritores apocalípticos? ¿Dónde se puede captar el poder de Dios imponiendo su reinado a los impíos? Jesús tuvo que enseñarles a captar su presencia de otra manera. Todavía recordaba una escena que había podido contemplar desde niño en el patio de su casa. Su madre y las demás mujeres se levantaban temprano, la víspera del sábado, a elaborar el pan para toda la semana. A Jesús le sugería ahora la actuación maternal de Dios introduciendo su «levadura» en el mundo. Así es la forma de actuar de Dios. No viene a imponer desde fuera su poder como el emperador de Roma, sino a trasformar desde dentro la vida humana, de manera callada y oculta. Así es Dios: no se impone, sino trasforma; no domina, sino atrae. Y así han de actuar quienes colaboran en su proyecto: como «levadura» que introduce en el mundo su verdad, su justicia y su amor de manera humilde, pero con fuerza trasformadora.
3.- Los seguidores de Jesús no podemos presentarnos en esta sociedad como «desde fuera» tratando de imponernos para dominar y controlar a quienes no piensan como nosotros. No es ésa la forma de abrir camino al reino de Dios. Hemos de vivir «dentro» de la sociedad, compartiendo las incertidumbres, crisis y contradicciones del mundo actual, y aportando nuestra vida trasformada por el Evangelio. Hemos de aprender a vivir nuestra fe «en minoría» como testigos fieles de Jesús. Lo que necesita la Iglesia no es más poder social o político, sino más humildad para dejarse trasformar por Jesús y poder ser fermento de un mundo más humano. Que la Eucaristía nos “contagie” de los modos de actuar de Jesús para nuestro tiempo actual.
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3.- RESPETAR A LOS QUE NO PIENSAN COMO NOSOTROS
Por Gabriel González del Estal
1.- Dejadlos crecer juntos hasta la siega. En muchos campos de la vida ordinaria, no es nada fácil saber quiénes están equivocados y quiénes tienen la razón. Es lógico que, si estamos muy seguros de la verdad de nuestros juicios y opiniones, pensemos que los equivocados son los que no piensan como nosotros. Esto, desde un punto de vista subjetivo, es lógico, pero es algo objetivamente cierto que en muchas ocasiones nos hemos equivocado nosotros y se han equivocado los que pensaban como nosotros. La historia está llena de afirmaciones que en algún tiempo fueron creídas como verdades indudables y, en cambio, ahora sabemos que sólo fueron falsas verdades. Que cada uno escoja los ejemplos que más le gusten; en la ciencia, en la religión, en la política, en el arte, hay ejemplos para dar y tomar. Sólo Dios es la Verdad y sólo él debe juzgarnos a unos y a otros. El respetar a los que no piensan como nosotros no es abdicar de nuestras convicciones ni de nuestras creencias, es sólo pensar que los demás también tienen derecho a pensar y que con la misma seguridad con la que nosotros los creemos equivocados a ellos, ellos nos creen equivocados a nosotros. Si queremos que los demás respeten nuestras convicciones y creencias, empecemos nosotros por respetar las convicciones y creencias de los demás. Ya llegará la siega, y la siega la va a hacer el mismo Dios. Pidámosle que nos juzgue benévolamente a nosotros y que juzgue benévolamente a los demás, porque él es compasivo y misericordioso y conoce el barro del que fuimos formados.
2.- El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. Nosotros, los cristianos, tenemos una buena regla para medir la verdad o falsedad de nuestras convicciones y creencias morales: es el evangelio. El evangelio es la semilla que el Hijo del hombre sembró en el campo del mundo y los buenos ciudadanos del Reino son aquellos en quienes ha crecido sana y pujante la semilla del evangelio. El evangelio no va a medir la verdad o falsedad de nuestras creencias y convicciones científicas, o políticas, o artísticas; el evangelio es camino, verdad y vida para llegar a nuestro Padre Dios. Moralmente sí sabemos cómo debemos comportarnos como ciudadanos del Reino: tratando de imitar y de ser buenos discípulos del Hijo del hombre que plantó en nosotros la buena semilla. Por eso, repetimos una vez más, el evangelio debe ser nuestro principal libro de cabecera. Cuanto más nos parezcamos al que plantó en nosotros la buena semilla, tanto más acertados y certeros serán nuestros juicios y convicciones morales. “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
3.- Tu soberanía universal te hace perdonar a todos… Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia. Estas frases del libro de la Sabiduría son realmente sabias. Los más buenos y los más generosos son los que más perdonan; el odio y la venganza suelen ser fruto de personas ruines y mezquinas. Dios es el que con más bondad nos juzga porque es el más misericordioso y bueno. Perdonar no es decir que lo blanco es negro, tampoco es olvidar que lo malo es malo; perdonar es dejar que sea Dios el que nos juzgue a todos y desear sinceramente que todos seamos buenos y misericordiosos. Confiemos todos en el perdón de Dios para todos y tratemos de parecernos cada día un poco más a nuestro Dios Padre misericordioso.

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