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viernes, 22 de julio de 2011

Lectio Divina: Sábado XVI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de julio 2011

Lectio Divina: Sábado XVI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de julio 2011
Lectio: Mateo 13, 24-30
1) Oración inicial
Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor.
2) Lectura del Evangelio
Del Evangelio según Mateo 13,24-30
Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: `Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?' Él les contestó: `Algún enemigo ha hecho esto.' Dícenle los siervos: `¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?' Díceles: `No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.'»
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta la parábola del trigo y la cizaña. Tanto en la sociedad como en las comunidades y en nuestra vida personal y familiar, todo está mezclado: cualidades buenas e incoherencias, límites y fallos. En nuestras comunidades se reúnen personas de diversos orígenes, cada una con su historia, con su vivencia, con su opinión, con sus anhelos, con sus diferencias. Hay personas que no saben convivir con las diferencias. Quieren ser juez de los demás. Piensan que sólo ellas están en lo cierto, y que los demás se equivocan. Hoy, la parábola del trigo y la cizaña ayuda a no caer en la tentación de querer excluir de la comunidad a los que no piensan como nosotros.
• El telón de fondo de la parábola del trigo y la cizaña. Durante siglos, por causa de la observancia de las leyes de pureza, los judíos habían vivido separados de las demás naciones. Este aislamiento marcó su vida. Y hasta después de haberse convertido, algunos seguían estas mismas observancias que los separaban de los demás. Ellos querían la pureza total. Cualquier señal de impureza debía de ser extirpado en nombre de Dios. “No puede haber tolerancia con el pecado”, así decían. Pero otros como Pablo pensaban que la Nueva Ley de Dios traída por Jesús estaba pidiendo ¡el contrario! Ellos decían: "¡No puede haber tolerancia con el pecado, pero hay que ser tolerantes con el pecador!"
• Mateo 13,24-26: La situación: el trigo y la cizaña crecen juntos. La palabra de Dios que hace nacer la comunidad es la buena semilla, pero dentro de las comunidades aparecen siempre cosas que son contrarias a la palabra de Dios. ¿De dónde vienen? Era ésta la discusión, el misterio que llevó a conservar y recordar la parábola del trigo y de la cizaña.
• Mateo 13,27-28a: El origen de la mezcla que hay en la vida. Los empleados preguntan al dueño: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El dueño respondió: Un enemigo lo hizo. ¿Quién es este enemigo? El enemigo, el adversario, satanás o diablo (Mt 13,39), es aquel que divide, que desvía. La tendencia de división existe dentro de la comunidad y existe en cada uno de nosotros. El deseo de dominar, de aprovecharse de la comunidad para subir y tantos otros deseos interesados, dividen, son del enemigo que duerme en cada uno de nosotros.
• Mateo 13,28b-30: La reacción diferente ante la ambigüedad. Ante la mezcla entre bien y mal, los siervos querrían arrancar la cizaña. Pensaban: "Si dejamos a todo el mundo dentro de la comunidad, ¡perdemos nuestra razón de ser! ¡Perdemos nuestra identidad!" Querían expulsar a los que pensaban de forma diferente. Pero no era ésta la decisión del Dueño de la tierra. El dice: "¡Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega!" Lo que va a decidir, no es lo que cada uno habla y dice, sino que cada uno vive y hace. Es por el fruto producido que Dios nos juzgará (Mt 12,33). La fuerza y el dinamismo del Reino se manifiestan en la comunidad. Aún siendo pequeña y llena de contradicciones, la comunidad es una señal del Reino. Pero no es dueña ni señora del Reino, no puede considerarse totalmente justa. La parábola del trigo y de la cizaña explica la manera en que la fuerza del Reino actúa en la historia. Es preciso hacer una opción clara por la justicia del Reino y, al mismo tiempo, junto con la lucha por la justicia, tener paciencia y aprender a convivir y a dialogar con las contradicciones y con las diferencias. En el momento de la siega, se hará la separación.
• La enseñaza en parábolas. La parábola es un instrumento pedagógico que usa la vida cotidiana para mostrar que la vida nos habla de Dios. La realidad se vuelve transparente y hace que la gente tenga una mirada contemplativa. Una parábola apunta hacia las cosas de la vida y, por esto mismo, es una enseñaza abierta, pues de las cosas de la vida todo el mundo tiene experiencia. La enseñanza en parábolas hace que la persona parta de la experiencia que tiene: semilla, sal, luz, oveja, pajarillo, flor, mujer, niño, red, pez, etc. Así, la vida cotidiana se vuelve transparente, reveladora de la presencia y de la acción de Dios. Jesús no solía explicar las parábolas. Dejaba que el sentido de la parábola quedara abierto y no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad que la gente tenía de descubrir el sentido de la parábola desde su experiencia de vida. De vez en cuando la petición de los discípulos, explicaba el sentido (Mt 13,10.36). Por ejemplo, como hace con la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,36-43).
4) Para la reflexión personal
• ¿Cómo se manifiesta en nuestra comunidad la mezcla del trigo y de la cizaña? ¿Qué consecuencias trae para nuestra vida?
• Mirando en el espejo de la parábola, ¿a quién me parezco más: a los siervos que quieren arrancar la cizaña antes de tiempo, o al dueño que manda esperar hasta la siega?
5) Oración final
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo. (Sal 84,3)
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