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viernes, 22 de julio de 2011

HOMILIAS XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CILCO A 24 DE JULIO 2011

HOMILIAS XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CILCO A 24 DE JULIO 2011
1.- EL TESORO Y LOS TESOROS
Por Gabriel González del Estal
1.- El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido. Un tesoro es algo que tiene mucho valor para nosotros y que, por eso mismo, deseamos adquirirlo y conservarlo. A lo largo de la vida podemos desear tener y conservar diferentes tesoros, estando dispuestos a renunciar a muchas cosas para conseguirlos. La salud, por ejemplo, es un tesoro que todos valoramos muchísimo y que todos deseamos tener y conservar, estando dispuestos a renunciar a muchas cosas para no perderla. Pero también el dinero es un tesoro muy buscado por todos, y el amor, y la familia, y la amistad, y el prestigio… Pero en el evangelio de este domingo se nos habla de un tesoro único, al que debemos subordinar todos los demás. Este tesoro único al que se refiere Jesús es el Reino de los Cielos, un Reino que él mismo instauró ya durante su vida mortal y que nosotros debemos esforzarnos para que pueda realizarse también hoy entre nosotros. Para no perdernos mucho en frases y conceptos podríamos decir que para nosotros, los cristianos, el Reino de los Cielos es el mismo Jesús de Nazaret. Jesús de Nazaret es nuestra opción fundamental y esta opción debe presidir y condicionar todas las demás. Optar por Jesús es seguirle incondicionalmente, rechazando todo lo que nos impida seguirle, aunque tengamos que poner en riesgo la salud, y el dinero, y la familia, y el amor… Así lo hicieron los grandes santos, como San Pablo, San Agustín, San Francisco, San Ignacio, y otros muchos. A la mayor parte de nosotros, desde nuestra común condición de pecadores aspirantes a la santidad, no se nos exige generalmente que hagamos tan grandes renuncias y sacrificios heroicos por el hecho de haber optado por el seguimiento de Jesús de Nazaret. En nuestra vida ordinaria podemos seguir apreciando los tesoros a los que hemos aludido antes, siempre que no se opongan frontalmente a la posesión del tesoro único del que nos habla el evangelio de hoy. Es suficiente con que la salud, y el dinero, y la familia, y otros tesoros menores, no nos impidan en ningún caso seguir optando radicalmente por nuestro principal tesoro: Jesús de Nazaret.
2.- Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien. El joven rey Salomón sabía muy bien lo que le convenía a él como rey y al pueblo al que debía gobernar: discernir el mal del bien. Eso es lo que le pidió al Señor y el Señor se lo concedió, dándole un corazón sabio e inteligente. La pena fue que a este joven rey el poder le corrompió y no siempre actuó de acuerdo con los dictados de un corazón sabio e inteligente. También nosotros debemos pedirle a Dios todos los días que nos dé un corazón dócil a su voluntad, que sepamos discernir en cada caso el bien del mal y que después actuemos en consecuencia. Las dos cosas son necesarias para gobernar nuestra vida según la voluntad de Dios: que sepamos discernir el bien del mal y que actuemos en consecuencia. Pidámosle también esto nosotros al Dios de la sabiduría y del amor.
3.- A los que aman a Dios todo les sirve para el bien. Esta afirmación de San Pablo es algo que podemos comprobar todos los días en nuestras relaciones con personas piadosas. Hay personas que saben aceptar todo lo que les ocurre con una gran paz y que todo se lo ofrecen a Dios con amor. Tanto las desgracias como los éxitos, la salud como la enfermedad, todo les sirve para acercarse más a Dios y para amarle más. Todo les sirve para el bien. No se trata de personas ingenuas, o tontas, sino de personas que tienen una gran paz interior y que tienen una fe y una confianza en Dios a prueba de bomba. Debemos pedirle a Dios que nos conceda esta gracia, la de saber aceptar los bienes y los males con serenidad interior y sin perder nunca la confianza en Dios. Después de todo, en la vida cristiana todo es relativo, excepto el amor a Dios y al prójimo.
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2.- CAPACES DE ENCONTRAR LA PERLA DE GRAN VALOR
Por Pedro Juan Díaz
1.- Después de tres domingos, hoy terminamos las parábolas del capítulo 13 de Mateo con la del tesoro escondido, la perla fina y la red que recoge de todo. Las tres van unidas en una misma intención: ser cristiano, haber conocido a Jesús, seguirle en la comunidad de la Iglesia es un gran TESORO por el que merece la pena venderlo todo. Pero nada de esto se puede descubrir sin un corazón dócil, como el que pide Salomón (1ª lectura). Podía haber pedido cualquier cosa, pero escogió aquello que verdaderamente le iba a ayuda a ser feliz. La pena es que luego no siguió ese camino que tan bien había empezado y se convirtió en un rey tirano y opresor, porque el poder le embriagó.
2.- Un corazón así, lleno de la sabiduría de Dios, nos ayudará a entender que ese “tesoro” llenará de alegría nuestra vida y nos saciará más que cualquier cosa material que podamos pensar. La fe en Jesús es esa gran “perla fina” de gran valor que da sentido a todo lo que somos y hacemos. Es cierto que en la vida nos encontramos “toda clase de peces” (la semana pasada se nos hablaba de cómo crecían juntos el trigo y la cizaña). Esto significa que todo en la vida no es “de color de rosa”, que dificultades las tenemos, y problemas, y obstáculos, pero lo importante, lo esencial, aquello que nos ayuda a seguir adelante, eso es nuestro verdadero tesoro, y los cristianos lo vemos en Jesús, en cómo nos enseñó a vivir y a estar en el mundo, en cómo darle el mismo sentido a nuestra vida que Él le dio, para poder alcanzar su Reino, su proyecto de felicidad para todas las personas. Esta actitud es la que animará a otros a creer como nosotros, cuando vean nuestra alegría, nuestra felicidad. No sería justo que propusiéramos a otros algo que a nosotros no nos da alegría, ni nos hace felices. No estaría bien animar a otras personas a ser cristianos, si eso no nos llena de gozo y alegría, tanto como si hubiésemos encontrado un gran tesoro. Y nuestro tesoro es Jesús, el hijo de Dios.
3.- San Pablo decía en la segunda lectura que “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”. Es una manera de reconocerse no sólo amados por Dios, que es muy importante, sino también llamados a compartir ese amor, a ser testigos de que Dios ama a todos, de que la fe es un regalo, un tesoro, que da un sentido pleno y feliz a nuestras vidas, y no una carga que fastidia la vida y oprime a las personas (como muchos piensan). De nuestro testimonio, de nuestras actitudes, de lo que nosotros mostremos dependerá lo que vean los que están a nuestro alrededor, y la imagen de Dios y de la Iglesia que tengan. Me parece que es una responsabilidad grande la que tenemos los cristianos a la hora de tomarnos en serio la vivencia de nuestra fe.
4.- Y también será importante cómo y porqué participamos en la Eucaristía. Si venimos a disfrutar de ese “tesoro” o a “cumplir” y salir corriendo. Vivamos esta Eucaristía como lo que es en verdad: una acción de gracias a Dios por habernos hecho capaces de encontrar “la perla de gran valor”. Y pidámosle a Dios que nos ayude a vivir en consonancia y en coherencia con esa fe que profesamos, con la alegría y el gozo de haber encontrado lo más grande de nuestra vida, aquello por lo que merece la pena venderlo todo y dejarlo todo: nuestro amigo Jesús, nuestro buen Padre Dios, y nuestra Madre María. Y hagámoslo ahora proclamando con alegría nuestra fe.
3.- EL MEJOR TESORO
Por Antonio García-Moreno
1.- PÍDEME.- Salomón ha sucedido a su padre el rey David. Ahora es él quien se sienta en el trono de la casa de Jacob, quien rige los destinos del pueblo. El pasaje de hoy nos presenta al joven rey después de haber ofrecido un sacrificio a Yahvé, el Dios vivo de Israel. Por la noche, durante el sueño, Salomón tiene una visión. Dios se le presenta y le pregunta qué es lo que más desea, cuál es su mayor anhelo para concedérselo, sea lo que fuere.
Salomón responde: "Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien...". Salomón se ha olvidado en su petición de sí mismo, sólo está preocupado, hondamente, de su pueblo, de cómo regirlo con acierto, teniendo en cuenta el bien común de todos, sin dejarse llevar del favoritismo, ni de las apariencias. Ha preferido los bienes espirituales a los materiales. Buen ejemplo para cada uno de nosotros que tantas veces pedimos con una visión egoísta, sin mirar el bien de los demás, sin tener en cuenta una justa jerarquía de valores que pone lo espiritual por encima de lo material.
Dios responde a la plegaria de Salomón: "Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido ni lo habrá después de ti...". Y Salomón será el prototipo del rey sabio. Y junto con la sabiduría le vendrán los demás bienes a manos llenas. Su reinado será el de mayor esplendor, dejando un recuerdo indeleble en la mente y en el corazón de todo israelita.
Pedir a Dios, rezarle con la confianza de que somos escuchados. Pero pedirle como cristianos y no como paganos. Sabiendo apreciar los valores del espíritu, buscando primeramente el Reino de Dios y su justicia, conscientes de que todo lo demás nos vendrá por añadidura. Así, pues, ante todo el Reino de Dios, la Iglesia, el papa, los obispos y sacerdotes. Después el bien de la patria y el del mundo entero, nuestros familiares y amigos. Y por fin, nosotros mismos. Y Jesús, que es bueno, infinitamente, premiará nuestro desinterés, nuestro deseo auténtico de ayudar, sin esperar nada de los hombres, a todo el que lo necesite.
2.- EL MÁS PRECIADO TESORO.- Jesús pregunta a los suyos si entienden sus palabras. Una pregunta que se dirige también a nosotros. Son palabras tan sencillas y claras, que sería extraño que alguien no las entendiese. Es verdad, además, que son palabras muchas veces oídas. No obstante, siempre es conveniente recordarlas. Hemos de hacer como ese escriba de que nos habla Jesús, el cual mete sus manos en su viejo baúl para sacar de él lo antiguo y lo nuevo. De esa forma consigue que toda su vida sea iluminada por ese rico arsenal de doctrina, de ideas y de recuerdos, que constituyen su más preciado tesoro.
Sí se trata del mejor tesoro, el más valioso don que el hombre puede codiciar, por muy grande que sea su ambición. Por eso el que lo encuentra, el que descubre su valor, ese lo sacrifica todo por obtenerlo. Nada vale como ese tesoro y quien lo consigue tiene ya todo cuanto se puede desear. Es el mayor bien que existe o que pueda existir. Una perla preciosa que colma las más grandes exigencias del corazón humano. Dios quiera que lo descubramos, ojalá deseemos poseer ese tesoro que el Señor nos ofrece, entrar en el Reino de los cielos. Cuando comprendamos lo que eso significa, entonces todo nos parecerá poco para llegar a poseerlo.
La alegría, la dicha, la felicidad, la paz, el gozo, el bienestar, el júbilo, la bienaventuranza. Ahora, ya en esta vida de forma parcial e incoada. Una primicia que, sin serlo todo, es más que suficiente para que, aunque sea entre lágrimas, brille siempre una sonrisa, y florezca la esperanza también cuando todo nos haga desesperar. Inicio del gozo eterno que un día concederá Dios a quienes le permanezcan fieles, aun con altibajos, hasta el final. Entonces podremos abrir del todo ese cofre que contiene nuestro más preciado tesoro y disfrutar para siempre del Bien supremo, contemplando la Belleza sin fin y comprendiendo la Verdad esplendente que es Dios mismo.

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