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lunes, 8 de agosto de 2011

Evangelio del Martes XIX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo a. 9 de agosto 2011

Evangelio del Martes XIX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo a. 9 de agosto 2011

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (18, 1-5. 10. 12-14)
Gloria a ti, Señor.

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?”
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
Cuando Mateo habla de los ‘pequeños’ se refiere a todas aquellas personas que viven su experiencia de Dios desde la simplicidad y desde la inmediatez de la vida cotidiana. La experiencia de fe no es exclusiva de profesionales de la religión, como los teólogos, pastores, presbíteros o religiosos en general, sino que es patrimonio del pueblo sencillo en cualquier lugar del mundo y en cualquier religión. En cada religión algunas personas se especializan en todo lo relacionado con esa experiencia de fe: Rituales, teología, representación institucional. Y, aunque la presencia de estas personas es importante, sin embargo, lo que hace que una experiencia religiosa crezca y se fortalezca es la sinceridad, dedicación y religiosidad de las personas comunes que profesan esos valores espirituales. El evangelio nos invita a guardar el equilibrio entre las exigencias institucionales y la experiencia sencilla, sabiendo que en todo momento la experiencia primaria se manifiesta en aquellos que acogen a Dios en la sencillez de su vida.

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