HOMILIAS: XX DOMINGO T. O. CICLO A. 14 DE AGOSTO 2011
1.- UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIÓN
Por José María Martín OSA
1.- Que todos los pueblos alaben a Dios. El texto del libro de Isaías que hoy leemos pertenece al tercer Isaías. Son los años primeros después del retorno del exilio, hacia el 530 antes de Cristo. La ciudad, con su templo y sus murallas, es todavía un montón de ruinas. Urge la restauración material y espiritual del pueblo, pero no va a ser fácil ni mucho menos. Es entonces cuando viene la palabra de Dios que trata de dar ánimo y mostrar el comportamiento que tiene que tener el pueblo: "Guardad el derecho, practicad la justicia...". Al parecer, el pueblo reaccionaba en contra de los extranjeros y no los admitía en el seno de la comunidad. Por eso el profeta anuncia la voluntad de Dios de reunir a todos los hombres en una misma salvación. No importa ya la carne o la sangre; lo único que se exige es guardar el derecho y la justicia, observar las prescripciones de la alianza. La alegría de la salvación no es posible si no reúne en una misma fiesta a todos los pueblos. Todos están llamados a participar en el culto del nuevo Templo reconstruido, la casa de oración. El Salmo, en el mismo sentido, expresa el deseo de que todos los pueblos alaben a Dios
2.- La misericordia de Dios abarca a todos, judíos y gentiles. Pablo es el apóstol de los gentiles, y a ellos dirige su palabra. Sin embargo, confía servir así también, indirectamente, a sus hermanos de raza, a los judíos. Tiene la esperanza de que la conversión de los gentiles, sea un estímulo para los judíos, que la iglesia de los gentiles sea un despertador para cuantos viven aún apegados a las viejas tradiciones y padecen por su culpa la esclavitud de la Ley. La historia de la salvación es el triunfo de la misericordia de Dios sobre el pecado de los hombres: de los judíos y de los gentiles. Si ahora la desobediencia de los judíos es ocasión para la obediencia de los gentiles, hay que esperar que al fin también vuelva a la obediencia el pueblo que ahora rechaza el evangelio. Donde abundó el pecado, sobreabundará la gracia. Porque Dios ha querido encerrarnos a todos en una misma desobediencia para tener de todos una misma misericordia.
3.- La grandeza de la fe de una mujer extranjera. El relato del evangelio comienza con la llegada de Jesús a los territorios extranjeros de Tiro y Sidón. Pero lo curioso del caso es que en estas circunstancias Mateo nos presenta a un Jesús perfectamente judío. Hay mucha ironía en el diálogo de Jesús con esta mujer extranjera. Este pasaje, en el que Jesús podría aparecer como una persona dura y racista, nos da una gran lección a todos los que, como los judíos de su tiempo, piensan que por pertenecer al “Pueblo Elegido” tienen privilegios ante Dios, incluso que basta la pertenencia al “Pueblo” para alcanzar la salvación definitiva. Jesús muestra con toda claridad que lo que hace que los hombres formen parte del pueblo no es la raza, sino la fe; por eso "rechazó" aparentemente a la mujer, para después destacar su fe como ejemplo para todos: “Grande es tu fe”. Lo importante no es simplemente el hecho de ser bautizados, sino el hecho de que la fe en Cristo, como Dios y Señor, se manifieste a los demás. Si verdaderamente nosotros creemos que Jesús es Dios y Señor, nuestra vida debe testimoniarlo. Al mismo tiempo, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, no podemos despreciar ni juzgar a ninguno de nuestros hermanos que no profesan nuestra misma fe.
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2.- ABRIR, SALIR, EXTENDER Y ACOGER
Por Pedro Juan Díaz
1.- La Palabra de Dios de hoy tiene una dimensión muy misionera. Mateo quiere abrir las puertas de su comunidad y las mentes de sus discípulos a la acogida a toda persona, venga de donde venga, de manera incondicional, también a los paganos, a los que no provienen de la fe judía. Este era el gran dilema que la Iglesia de finales del siglo I estaba viviendo: seguir encerrada en el marco del pueblo judío o abrirse a los paganos y extender el evangelio. Parece que no hemos avanzado mucho en veinte siglos. O puede ser que últimamente hayamos dado algún que otro paso atrás en este sentido. Es sólo una impresión personal, pero quizás necesitamos abrirnos más, dejar que entre “aire fresco” y extender con más alegría la Buena Noticia.
2.- Este impulso misionero podemos verlo, en primer lugar, en el hecho de que Jesús ha ido a retirarse a un pueblo alejado de la fe, pagano (como se decía entonces), el “país de Tiro y Sidón”. Jesús sale de las fronteras de Jerusalén, se mueve por territorios paganos, y se encuentra con personas alejadas de la fe y de la vida religiosa. Él mismo reconoce en este Evangelio que ha sido enviado a las “ovejas descarriadas”, a las que se “salen del camino”. Por eso su tarea no está entre los círculos religiosos, sino en los bordes de los caminos, en las afueras, entre los alejados y los paganos. Podríamos preguntarnos nosotros entre que gente nos movemos, si nuestros espacios de evangelización son siempre los círculos religioso (donde “llueve sobre mojado”), y si nos tomamos en serio esta tarea misionera de “salir” a los que están lejos de Dios y de lo religioso. Esta es una primera lección que Jesús nos enseña hoy con su estilo de vida en el Evangelio.
3.- Y la segunda lección podría ser esta otra: Jesús descubre fe “fuera” del pueblo de Israel, “fuera” de la comunidad religiosa, y la valora, y la ensalza, y les ofrece por igual la salvación. En medio de este territorio pagano por donde anda Jesús con sus discípulos, aparece una mujer cananea. Es mujer, es pagana y se autodenomina “perros”. Sin embargo, a pesar de que todo apunta a lo contrario, Jesús acaba diciéndole: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. A nosotros nos cuesta valorar la fe de la gente que no se mueve en nuestros círculos religiosos, que no vemos en la Iglesia, que no piensa, ni viste como nosotros. Muchas veces, en vez de acoger, rechazamos.
4.- Tanto el profeta Isaías, como San Pablo nos dan una lección en este sentido. En la primera lectura, el profeta abre la puerta del monte santo y de la casa de oración también a los extranjeros, a los paganos. “Los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración”, dice de ellos. Estos extranjeros, que estaban excluidos de la comunidad religiosa, son acogidos por Dios, que valora su fe y su ser persona por encima de leyes, razas e ideologías.
5.- Y en la segunda lectura, Pablo encuentra más acogida del Evangelio entre los paganos que entre los propios judíos, que se supone que son los más religiosos, los que mejor deberían entender el Evangelio. Precisamente son ellos los que rechazan a Jesús y los que acabarán crucificándolo por blasfemo y por exaltador.
6.- Podemos preguntarnos hoy cómo reaccionamos ante los gritos, las protestas y los sufrimientos de tantas personas, de mujeres como la cananea, solas, marginadas, maltratadas. Jesús está atento a la vida y al sufrimiento de las personas, aunque no sean “de los suyos”. Aquí responde con frialdad al principio (“no está bien echar a los perros el pan de los hijos”), pero después descubre que esta mujer tiene razón y que Dios no quiere ver sufrir a nadie. La misericordia de Dios, de la que tanto habla Pablo en esta segunda lectura, ha de llegar a cualquier persona que sufra.
7.- Que la Eucaristía nos ayude a escuchar a Dios en el grito de los pobres y de los que sufren. La Eucaristía siempre es misionera, porque nos envía, y hoy de manera especial a los más alejados, a los más necesitados de Dios, como lo hizo Jesús. No tengamos miedo, Él va con nosotros, somos sus enviados, Él nos da las fuerzas con su Pan y su Palabra. Abramos puertas y ventanas, salgamos a la vida a respirar el aire fresco, extendamos con alegría aquello que llena nuestras vidas y acojamos a todos con espíritu fraterno. Así seremos un signo de la misericordia y del amor de Dios para todas las personas.
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3.- LA FE ES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Una vez más, para entender en su intención más profunda este texto evangélico, según San Mateo, debemos conocer el contexto del texto. Jesús acaba de tener una dura discusión con los escribas y fariseos “que habían venido de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos, pues no se lavan las manos cuando comen?” Jesús les responde que son ellos los han anulado la Palabra de Dios en nombre de sus tradiciones. Para terminar diciendo a sus discípulos: “Dejadlos, son guías ciegos”. Después de esto viene el episodio de la mujer cananea. El relato evangélico está construido con mucha intención teológica. Ante la súplica de la mujer cananea, no judía, Jesús se hace el duro ante sus discípulos: “sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel… No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. Es lo que hubiera respondido el más ortodoxo de los fariseos. Pero la mujer no judía no se arredra, porque sabe muy bien que ante un profeta de Dios las tradiciones judías no tienen nunca la última palabra. “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. Jesús ha conseguido lo que quería: dejar claro a sus discípulos que la fe debe romper las barreras étnicas y religiosas que habían impuesto los escribas y fariseos. “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. Seguro que los discípulos quedaron admirados y contentos, porque su Maestro había curado a la mujer por la que ellos habían intercedido. También nosotros, discípulos y seguidores de Jesús, estamos contentos y le estamos agradecidos porque, con su acción, Jesús nos demostró que la fe no es patrimonio exclusivo de ningún pueblo, ni de ninguna religión; la fe es patrimonio de la humanidad.
2.- A los extranjeros… los traeré a mi monte santo. El tercer Isaías es ya un profeta del post-exilio y sabe que la voluntad de Yahvé es hacer de todos los pueblos y naciones un solo pueblo, un pueblo de su propiedad. Ni por el hecho de ser extranjeros están apartados de Dios, ni por el simple hecho de ser judíos son bendecidos por Dios. Dios bendice a quienes guardan el derecho y practican la justicia. Ante Dios nadie es extranjero, igualmente que nadie es de Dios por el simple hecho de ser judío. Los que se conviertan al Señor deben guardar su alianza, así podrán alegrarse “en mi casa de oración”. Eso debe ser también para nosotros el templo, nuestros templos, casas de oración donde podemos alegrarnos “hablando con Dios como quien habla con un amigo”.
3.- Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos. La teología de San Pablo repite esta idea muchas veces: todos éramos pecadores y Cristo vino a pagar nuestro rescate, el rescate de todos, judíos y gentiles. Todos formamos en Cristo un solo cuerpo, del que debemos sentirnos todos miembros responsables. Si un miembro sufre, es todo el cuerpo el que sufre. Todos somos responsables y corresponsables los unos de los otros. Un cristiano debe sentirse hermano de todos, sin distinción de razas, ni lenguas, hombre o mujer, esclavo o libre. Porque todos somos hijos de un mismo Dios, todos somos hermanos en Cristo y por Cristo.
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